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Ignacio Villa

Pinchazo en hueso

Los sindicatos han pinchado en hueso y ya se están dando cuenta. Según pasan los días, en la dirección de las dos grandes centrales sindicales empieza a cundir la intranquilidad, aparece el fantasma del miedo al fracaso. Los sindicatos, que han forzado la maquinaria al máximo, ahora tienen difícil rectificar. A un mes de la anunciada huelga general, la certeza de que sea un éxito es reducida, como ellos mismos reconocen en privado.

Mientras, Aznar continúa en su línea. Cuando entra en un asunto, lo lleva hasta el final. Es su estilo de gobernar y, por lo que estamos viendo –incluida la sesión de control al Gobierno de este miércoles– José María Aznar está dispuesto a ocuparse personalmente de esta cuestión. No lo hace muy habitualmente, pero en anteriores ocasiones mantuvo el pulso hasta el último minuto sin cambiar el rumbo. La lucha antiterrorista, la reforma de la Ley de partidos políticos, el déficit cero o las dos reformas fiscales son algunos de los asuntos que ha llevado en persona porque son sus prioridades. Y con la anunciada huelga general parece que va a ocurrir lo mismo. No está dispuesto Aznar a que los sindicatos puedan enturbiarle su gestión en la política nacional y europea. Por eso todo indica que no va a cejar en el empeño.

Esta actitud enérgica y contundente del Ejecutivo y de su presidente es lo que ha empezado a provocar desconcierto, nerviosismo y dudas en los círculos sindicales. Reconocen que una huelga general tiene que ser organizada con más tiempo, aceptan que no hay un ambiente de enfado social y comienzan a darse cuenta de que la huelga de junio se está convirtiendo más en una prueba de fuego para los dirigentes sindicales que para el Gobierno. Además, UGT y CCOO han cometido un grave error al convocar una huelga, de evidente contenido político, contra un Gobierno fuerte, sólido y solvente en su gestión. En esta ocasión, de nada sirven los recuerdos de la época socialista. Aquí no hay corrupción, ni desatinos económicos, ni desbarajustes internos. Las cosas marchan razonablemente bien y los ciudadanos, que cada vez dan más importancia a la normalidad, huyen despavoridos de las turbulencias.

Los sindicatos se han equivocado y, lo que es más grave para ellos, si la huelga fracasa, su futuro quedará definitivamente en el alero. Pueden tomar nota Méndez y Fidalgo, porque Aznar no está dispuesto a ceder terreno. Puede que el presidente tenga que anotar en su biografía política una convocatoria de huelga general, pero junto a ello parece dispuesto a escribir que fue un estrepitoso fracaso.

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