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Ignacio Villa

¡Pío, pío que yo no he sido!

La primera vez pudo colar, pero ahora cien días después ya no se lo cree nadie. El Partido Socialista ha vuelto a poner en marcha su peculiar maquinaria destructiva. Una maquinaria que tiene tres pasos obligados. Primero: uno de los medios de comunicación del grupo PRISA saca a la luz una filtración previa del propio Ejecutivo. Ahí empieza la repetición a hora y deshora, en portada y en páginas interiores de la filtración de turno. Segundo: una vez que la noticia está convenientemente difundida aparecen los leones rugientes socialistas para valorar esa información que siempre tiene como objetivo demoler todo lo que tenga la huella del PP y del propio Aznar. Tercero: aparece en escena el presidente Zapatero. Lo hace con cara de bueno, como sí él no supiera nada de nada y entonces dice que con él eso no volverá a pasar y que el lugar del debate es el Congreso de los Diputados. Este ciclo con tres pasos bien delimitados se repite una y otra vez como única estrategia política.
 
La última entrega de esta orquestación, la hemos visto con la polémica surgida por la medalla del Congreso de los Estados Unidos para José María Aznar. Una polémica basada en una historia que nada tiene que ver con la realidad, pero que anunciada a los cuatro vientos y aliñada con declaraciones termina pareciendo verdad lo que es rigurosamente falso. Pero en fin, lo que se repite siempre como el refrendo y el certificado de que estas operaciones de acoso y derribo están perfectamente diseñadas es la intervención final de Zapatero. El presidente del Gobierno siempre aparece en escena con un mensaje subliminal: "¡Pío, pío que yo no he sido!. Pero ya vamos conociendo el percal y esa cara de no haber roto un plato no nos vale. No tiene credibilidad.
 
Esto no es serio. Esto no es de recibo. El Gobierno Zapatero deberá ponerse ya las pilas. Dejar de hacer política de odio y rencor, mirando al pasado y fabricando historias de la nada, y dedicarse a solucionar los problemas de verdad. Hay que empezar a pensar que el Partido Socialista y el presidente del Gobierno viven bajo el síndrome del complejo de inferioridad. Y están dispuestos a seguir quemando todo lo que se encuentren por su camino. Una auténtica mezquindad, una capacidad de gestión muy pobre y un nivel político muy bajo. ¡Ya esta bien! ¡Qué se pongan a gobernar! Desde luego estamos empezando a dudar que sepan hacerlo. Y lo hechos así lo demuestran.

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