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Ignacio Villa

Québec no es el modelo

El viaje oficial de José María Aznar a Canadá tenía, y tiene, un referente político de fondo: Québec. Se trata de un intento de independencia por las vías democráticas y que, a la hora de la verdad, siempre ha terminado con el “no” de los ciudadanos. El llamado modelo “quebequés” ha sido utilizado por los nacionalistas vascos y catalanes como un ejemplo de reivindicación de sus objetivos.

Pero lo cierto es que el esquema de Québec no se puede aplicar en España y hacerlo es ignorar la historia, el presente y la realidad de cada día. En esta ocasión, José María Aznar, aunque con cierta moderación, sí ha afrontado la cuestión. Con la lección bien aprendida después de su segunda visita a Moscú, el Presidente del Gobierno ha llevado a Ottawa un mensaje concreto. Aznar ha alabado la capacidad de Canadá por saber compatibilizar la unidad y la pluralidad, con una idea importante: todos los canadienses han sabido trabajar por una idea común.

El mensaje de Aznar tiene ida y vuelta. Es un claro recordatorio a vascos y catalanes: que su posible especificidad, su cierta autonomía real e histórica, no significa olvidarse del resto de España, no significa dejar de lado el futuro de todo el Estado. Tener personalidad propia no significa ignorar a los demás.

Pero, en fin, también hay algo que marca la diferencia, una triste diferencia: es el terrorismo en el País Vasco. Un problema serio, duro y complicado. Y que además ha tenido un agravante. El Gobierno del País Vasco, sostenido por el PNV y EA, teóricos reivindicadores de la soberanía, ha pactado durante dos años con los cómplices del terrorismo. Una actitud que, aunque parece que ahora está cambiando, resta credibilidad a las buenas intenciones del PNV. Los propios nacionalistas han sido, en ese sentido, quienes han roto el espejo de Québec con su ambigüedad. El espejo en el que se miraban ya no les sirve. El modelo Québec ya no es el modelo. Para nosotros, el modelo está escrito en el Estatuto y en la Constitución. Y tiene una autonomía y una personalidad más que suficientes para cubrir los afanes del nacionalismo. No hay que buscar nada fuera. La solución la tenemos en casa y pasa por la moderación y el respeto a las instituciones.

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