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Ignacio Villa

Quince días para esto

El nombramiento de Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz en el Congreso y la continuidad de Pío García Escudero en el Senado parece muy poco cambio para tanta reflexión.

Quince días, quince largos días han tenido que esperar los más de diez millones de votantes del Partido Popular a que Mariano Rajoy anunciara su decisión sobre los portavoces parlamentarios del PP para la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero. Dos semanas de expectativas, nombres, quinielas, sugerencias y posibilidades. Quince días durante los cuales parecía que se iba a acabar el mundo, aunque al final todo ha quedado en casi nada.

El nombramiento de Soraya Sáenz de Santamaría como portavoz en el Congreso y la continuidad de Pío García Escudero en el Senado parece muy poco cambio para tanta reflexión. Desde el punto de vista político habrá que esperar a ver cómo se desempeñan para poder analizar el trabajo de los portavoces. Lo que sí se puede concluir ya es que tantos días de espera sugerían una reestructuración más a fondo en el funcionamiento del partido. Sin embargo, el movimiento ha sido al final mínimo y previsible. Rajoy se ha limitado a colocar a una persona de su absoluta confianza en un puesto clave. Una consideración a la que ha dado prioridad frente a la falta de experiencia parlamentaria de la nueva portavoz. Es cierto que con este nombramiento se renueva una cara, pero eso sabíamos que iba a suceder de todos modos desde el momento en que Zaplana anunció que renunciaba a continuar. Mucho ruido para tan escaso resultado.

El ambiente con que se han recibido en la Junta Directiva Nacional estos nombramientos ha sido el de una frialdad muy medida. Nada de entusiasmos ni de alegrías. Aplausos, los justos. Es verdad que no es justo calificar el trabajo de alguien que todavía no ha empezado. Pero, al mismo tiempo, todo lleva a pensar que Mariano Rajoy se va a ir parapetando detrás de las personas de su confianza. Está en su derecho, pero no parece lo más acertado cuando debería fortalecer su liderazgo interno con el apoyo de los poderes territoriales de todas las comunidades autónomas donde el PP mantiene una presencia muy consolidada. La ayuda de quienes han ganado muchas elecciones en terrenos muy complicados.

La imagen que el PP ha ofrecido con estos nombramientos es la de una maquinaria lenta, desengrasada, sin capacidad de reacción, con poco o ningún banquillo y dividida por unas tiranteces internas que ya nadie oculta y que pueden ser letales para los populares. La cuestión no es el simple nombramiento de la portavoz del Congreso, es algo más. Se percibe una falta clara de objetivos. Resulta incomprensible que se tarden tantos días en tomar una decisión que al final aparece como la más sencilla posible. Durante esta tensa espera el PP se ha quedado sin iniciativa, al ritmo que marca el Gobierno y con dudas sobre su nueva forma de hacer oposición.

No parece serio en estos momentos de dificultad ponerse a disparar porque sí contra todo lo que se mueva. Pero es evidente que la expectativa que se había creado no ha sido colmada ni de lejos. El problema no lo tiene Rajoy fuera del partido, sino dentro. Él sabrá si con estos mimbres puede afrontar los cambios que tanto predica. Por el momento hay que esperar, sí, pero los primeros pasos no responden a lo prometido.

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