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Ignacio Villa

Rajoy evita el triunfalismo

El secretario general del PP está siguiendo al milímetro el diseño de su plan electoral. Este miércoles, Mariano Rajoy ha entrado en acción con toda su artillería y con las ideas y los mensajes bien madurados: pleno empleo, estabilidad en la política económica y estabilidad institucional. Rajoy ha añadido además que lo que funciona bien no se que tiene cambiar y que, en la política, el cambio por el cambio no lleva a ningún sitio. En fin, la dirección del PP es consciente de que quedan escasamente dos meses para las elecciones y que ya no se puede jugar con fuego.

 
De las ideas desgranadas por el líder del PP destaca quizá una por el claro contraste a lo que se vive en la calle Ferraz. Rajoy ha anunciado que el programa electoral de los populares está elaborado para solucionar los problemas de los ciudadanos y no los problemas de los partidos. Algo de lo que deberían tomar buena nota en el PSOE, cuya dirección federal está inmersa en la más absoluta crisis estratégica y de objetivos. Y es que Rodríguez Zapatero, que sobrevive como puede –y puede mal– a una galopante crisis de liderazgo, ha dejado de pensar hace mucho tiempo en los ciudadanos y muy especialmente en los militantes socialistas. Son estos últimos los que observan con pavor la deriva iniciada por el PSOE hacia ninguna parte o, mejor dicho, hacia su ruptura como partido nacional. Quizá esa va a ser la peor de las herencias posibles que va a dejar Zapatero a su inminente sucesor: un partido abatido, derrotado, desorientado y descuartizado en tantas partes como ocurrencias puedan tener sus dirigentes territoriales.
 
El panorama es tan desolador para el PSOE que Mariano Rajoy lo tiene moderadamente asequible. Pero ojo, que ese puede ser el problema. Tan fácil lo tiene el PP que se les puede subir a la cabeza. No obstante, la presentación del secretario general este miércoles, en lo que se puede considerar el punto de partida electoral, ha tenido una buena puesta en escena por sus contenidos y, sobre todo, por la ausencia de triunfalismo. Esa sobriedad en las formas le vendría muy bien a algunos dirigentes del PP –del segundo escalón– que alardean sin vergüenza de una nueva victoria más que segura. Desde luego, esta primera aparición de Rajoy ha dejado las cosas en su sitio: las ideas claras y de triunfalismo, nada de nada.

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