Menú
Ignacio Villa

Saludos, besos y nervios

La jornada vivida este miércoles se ha convertido en un escaparate bien iluminado sobre lo que está ocurriendo a cuenta del escándalo Gescartera. La tensión está servida. La crispación comienza a aparecer en el panorama político español. Eso sí, hay que decir de antemano que el PSOE no está haciendo un buen trabajo en la Comisión de Investigación del Congreso. El PSOE no está aprovechando convenientemente los medios que tiene a su alcance para acorralar al Gobierno. El PSOE no está elaborando una buena estrategia de oposición utilizando este caso de corrupción. Pero, incluso sin oposición, el Ejecutivo de José María Aznar se está poniendo nervioso, y su nerviosismo va en aumento, de día en día.

Desde la mañana a la noche de este largo miércoles, el caso Gescartera ha llenado corros y corrillos políticos. Comentarios, matices y enfados.

Empezaba el día con esas declaraciones de Rodrigo Rato hablando de besos y saludos entre la sorna y el enfado, entre la rabia y la descomposición. Las imágenes de su negativa de saludo a Luis Ramallo son evidentes, se ponga como se ponga. Mientras tanto, el propio Luis Ramallo quitaba importancia al asunto, añadiendo que el Vicepresidente no le había saludado porque estaba nervioso en un día difícil para él. Luego, ya a mediodía, el presidente Aznar en rueda de prensa intentaba atajar otros rumores: su apoyo a Rato es el mismo apoyo que mantiene a Montoro. Lo que no quiso especificar es la calidad de ese apoyo.

Y por la tarde, llegó al Congreso. En dos intervenciones parlamentarias, Aznar y Rato contestaron a Llamazares y a Caldera sobre el caso Gescartera. Bien en el fondo, pero nerviosos en el fondo. Aznar llamaba mentiroso y calumniador a Llamazares, y Rato se remontaba a Ibercorp, Rumasa y a los “fondos reservados” para replicar al portavoz socialista. Demasiado nerviosos para un simple trámite parlamentario.

Al Gobierno, en el espectáculo Gescartera, le está ocurriendo como en otras ocasiones. Siendo grave, como es, tiene todas las armas en la mano. Tiene todos los recursos para amortiguar los daños políticos. Pero, por prepotencia, por falta de estrategia, por ausencia de política informativa, o quizá por desprecio a los demás, no ha medido los efectos de este caso de corrupción. El Gobierno se está desgastando, y no es precisamente por el buen trabajo de la oposición. El Gobierno está siendo víctima de sus nervios, y esos nervios terminan degenerando en una prepotencia que no soluciona nada.

Y lo que es más grave, el Gobierno no rectifica su estrategia política para abordar esta crisis. Ellos mismos se están metiendo en un jardín de complicada salida, con besos y saludos incluidos.

En Opinión