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Ignacio Villa

¿Sigue el PSOE apoyando la Constitución?

No se puede entender que un Gobierno constitucional se agarre tal enfado por un acto público en defensa de la Carta Magna. ¿Cuáles son las razones? ¿Tan hipotecados están por ERC que no pueden decir esta boca es mía?

Decir que el Gobierno Zapatero no tiene rumbo no es ninguna novedad. Pero quizá lo más preocupante es que cada vez está más fuera de unos mínimos parámetros institucionales. No es de recibo que el presidente del Ejecutivo haya sido incapaz de condenar los ataques a la COPE, que son ataques a la libertad de expresión, y, en cambio, se han puesto como furias por la concentración que ha convocado el Partido Popular en defensa de la Constitución este sábado en Madrid.
 
No se puede entender que un Gobierno constitucional se agarre tal enfado por un acto público en defensa de la Carta Magna. ¿Cuáles son las razones? ¿Tan hipotecados están por ERC que no pueden decir esta boca es mía? ¿Sigue siendo el Partido Socialista un partido que apoya a la Constitución? Entonces, ¿pueden explicar los motivos que les llevan a avergonzarse de un apoyo público a la Constitución?
 
La reforma del Estatuto catalán es una reforma encubierta de la Constitución. Eso no tiene vuelta de hoja, aunque Zapatero lo intente ocultar. El Gobierno quiere cambiar el actual modelo constitucional, y eso sería sólo el primer paso. Es el ejemplo evidente de que Zapatero es un presidente prisionero de sus limitaciones, pero lo es gracias a sus deseos no corregidos de actuar de esa forma.
 
Es muy triste, deplorable y desalentador para los millones de personas que sólo quieren estabilidad constitucional, escuchar a la vicepresidenta del Gobierno calificar de manifestación callejera un acto en favor de la Constitución. Y, en cambio, no atreverse a condenar claramente un ataque a un medio de comunicación como ocurrió con la COPE el pasado miércoles. Una provocación dirigida por dos diputados de ERC que, por cierto, reciben un sueldo mensual que pagamos todos los españoles. Y los diputados nacionales –sean del partido que sean– no pueden utilizar su tiempo en recortar las libertades básicas de la democracia.
 
Este Gobierno ha caído en el más grande de los descréditos. Su preocupación y sus descalificaciones sólo se dirigen hacia aquellos que defienden la Constitución, en cambio sus piropos y sus buenas palabras son hacia los independentistas que no respetan la libertad de expresión y que organizan persecuciones contra aquellos medios que se desvían de la línea oficial.
 
El espectáculo de los socialistas es lamentable. De la Vega califica de callejeros al PP y Rubalcaba dice que la concentración es anticonstitucional. Esto no es el mundo al revés, esta es la dura realidad de un partido que ha dejado de ser lo que era y que tiene como objetivo la laminación del actual modelo nacional. Y lo demás son fábulas celestiales.

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