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Ignacio Villa

Sin letra pequeña

El final del anacronismo de Gibraltar parece estar cada vez más cerca. Desde hace meses, da la sensación de que nos encontramos en la recta final de una larga, complicada y peculiar negociación. Poco a poco, todos los datos que van aflorando indican que las conversaciones sobre el futuro de Gibraltar están en un momento crucial. Las situaciones de mayor tensión se producen siempre en vísperas de los grandes acuerdos. Nos encontramos pues en un momento de esas características: una situación límite de la que conocemos mucho menos de la mitad de lo que está realmente ocurriendo; pero en este caso no cabe duda de que si el río suena, y suena mucho, agua lleva.

En este escenario de tensión final hay que enmarcar las declaraciones de José María Aznar a un diario británico del prestigio y de la influencia de The Guardian. Lo dicho por Aznar no se puede considerar ni muchísimo menos un “despiste”. El presidente no suele tener “desvaríos” en estas cuestiones de trascendencia. A la hora de hablar de asuntos como el de Gibraltar “hila fino” y, por lo tanto, su aviso de que España no renunciará nunca a la soberanía plena del Peñón se debe interpretar como un clara llamada de atención a los negociadores británicos. Con sus declaraciones desde unas páginas muy cercanas al nuevo laborismo de Tony Blair, Aznar deja sentado que el resultado final de la negociación puede tener muchos matices, pero hay un punto que para España es intocable: la españolidad de Gibraltar.

Con sus afirmaciones, Aznar ha desmontado cualquier refugio confuso que el Gobierno británico pudiera utilizar para frenar las posibles críticas desde su opinión pública. Ha quedado claro que el Gobierno español no cederá nunca por escrito sobre la exclusividad de la soberanía del Peñon. Dicho de otra manera, la soberanía compartida se considera una buena solución para desatascar un enfrentamiento histórico, pero en ningún caso se considera una solución definitiva. Estamos en un momento clave. El Gobierno español insiste en que no quiere letra pequeña en el acuerdo final. Aznar está dispuesto a arreglar el contencioso, siempre y cuando el arreglo sea eficaz y sincero.

En esta recta final, la buena relación personal entre el presidente español y el primer ministro británico puede allanar las dificultades. Pero, en todo caso, para solucionar los conflictos históricos hacen falta gestos históricos. Un conflicto de esta categoría requiere también de una actitud a la altura de las circunstancias por las dos partes. España ya lo ha demostrado. Falta por saber si el Reino Unido sabrá encontrar su lugar y actuar sin miedos ni complejos. Y si quieren, pueden.

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