La tercera presidencia española de la Unión Europea ya está en marcha. Ha llegado la hora de la verdad. Llevamos muchos meses escuchando al Gobierno del PP recordándonos la importancia que tiene para España el primer semestre de 2002. Nos hemos aprendido de memoria el mensaje machacón de que estos próximos seis meses son decisivos para nuestro país. Pues bien, ya estamos en ellos, y el Gobierno ahora deberá demostrar su verdadera capacidad para gestionar la presidencia comunitaria. Por el momento, todo hay que decirlo, los primeros gestos que hemos observado no son especialmente animosos, aunque todavía hay tiempo para rectificar el camino.
Para empezar, el Gobierno español deberá guardar durante un tiempo sus habituales "tics" internos. Si el presidente Aznar quiere una presidencia efectiva y fructífera deberá recordar a los suyos que en Europa no vale la manipulación, ni los habituales circuitos de filtraciones para "frenar" los errores del Ejecutivo. En Europa no vale un “Telediario” de propaganda y dos portadas de periódicos complacientes para solucionar los problemas. En Europa no puede ir cada ministro “de por libre”. Las cosas son distintas. Hay que trabajar con mucho sosiego, con mucho tacto, coordinados, sin buscar el resultado a corto plazo y utilizando todos los resortes para sacar adelante los objetivos previstos. Pero, sobre todo, hay que trabajar con discreción, olvidándose del aplauso fácil e interesado. El Gobierno español necesitará cambiar el “chip” con el que habitualmente funciona en la política nacional. Europa es diferente, y como no sean conscientes de ello todos los ministros del Gobierno van a tener más de un disgusto.
Pero si tuviéramos que personalizar los próximos seis meses, con la presidencia van a tener un examen especial el presidente Aznar, el vicepresidente Rajoy, el ministro Acebes y el ministro Piqué. José María Aznar inicia los seis meses que lleva esperando mucho tiempo. Ha creado tantas expectativas que un fracaso sería algo más que relevante para el presidente del Gobierno. Aznar tiene ante sí el reto de conseguir una presidencia eficaz y clara en la lucha contra el terrorismo. Además, un semestre exitoso le supondría un aval de futuro en sus posibles pretensiones de asalto a la Comisión Europea.
Otros dos ministros que tendrán un especial trabajo serán Rajoy y Acebes. No en vano, la lucha contra el terrorismo se ha convertido en la prioridad de la presidencia española. De los próximos seis meses depende la eficacia real de las medidas antiterroristas que se han articulado desde el 11-S.
Pero si de alguien depende el éxito de una presidencia comunitaria es del ministro de Asuntos de Exteriores del país respectivo. A Josep Piqué se le ha perdonado casi todo durante la presente legislatura. Desde que es “Jefe” de la diplomacia española ha cometido más de un error; y más de dos. En Oriente Medio, en Marruecos, en Argentina, en Estados Unidos y también con nuestros socios comunitarios. Muchos deslices que se han pasado por alto. Pero ahora, con la presidencia comunitaria, ya no puede cometer más errores. Piqué, que se ha olvidado hace mucho tiempo de su buen trabajo como portavoz, es ahora amigo de las declaraciones oportunistas y de las afirmaciones fuera de sitio. Suponemos que terminará recordando sus viejos tiempos de mayor brillantez y será más comedido y oportuno en sus apariciones públicas. Necesita llevar a cabo un trabajo oculto y constante. Pero, sobre todo, necesita dejar de hablar ante los micrófonos en cada esquina.
España ya preside de forma efectiva la Unión Europea y desde ahora todo el trabajo deberá tener el mismo objetivo y proyección. Con Europa no se puede juguetear. Hay demasiados enemigos escondidos y, por lo tanto, en cuestiones comunitarias, más vale ser prudentes y discretos que airear éxitos inexistentes o que nunca llegarán. En Europa hay que trabajar sin miedo pero con pies de plomo. No hay margen de error.
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