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Ignacio Villa

Talante no es talento

En este arranque de la nueva legislatura, la palabra, el concepto político más utilizado, ha sido el de "nuevo talante". De acuerdo, en política tener y mantener un buen talante es bueno, pero no es suficiente. La política no sólo es talante, también es talento. Lo primero se puede tener e incluso improvisar; pero la carencia de lo segundo no se puede disimular. Y, para empezar, Zapatero alardea de talante, pero ahora deberá demostrar el talento. Las primeras pruebas no son muy esperanzadoras.
 
El discurso de investidura de Zapatero, su programa de Gobierno, está fundamentado según él mismo ha dicho en un nuevo talante de diálogo. Un discurso pensado y articulado en encontrarse a un Partido Popular enfadado y disgustado. Pero mire usted por dónde, Zapatero se encontró a un Rajoy con un gran talante parlamentario. Y en ese terreno, en teoría –dicen– patriomonio del lider socialista, se ha topado de pronto no sólo con un competidor, sino con un ganador. En talante, en nuevo talante, Mariano
Rajoy le ha ganado a Zapatero.

Y ahora falta saber qué pasa con el talento. Zapatero se ha subido al coche oficial y, desde ahora, el talento lo tendrá que demostrar. Con decisiones concretas ante los problemas, con respuestas claras a los problemas institucionales, con fórmulas coherentes para la política económica y con palabras cumplidas en las promesas electorales. Zapatero dice tener talante, ya veremos si ese "buen talante" que predica de palabra lo confirma también cuando lleguen los problemas, las dificultades y también las críticas.
 
Zapatero dice que llevará bien las críticas, dice que gobernará para todos, dice que hablará con todos. ¿Y los componentes de sus equipos? En esos cuadros hay mucho "felipista" que mantiene viejos estilos y maneras. ¿Sabrán aceptar las críticas? Ya veremos, pero la experiencia nos dice que de lo que saben es de sectarismo, de manipulación y de juego sucio. En fin, Zapatero ya es presidente del Gobierno. Desde ahora, veremos lo que pasa. Mucho talante, pero poco talento. Y, a la hora de las decisiones de Gobierno, cuentan los aciertos. El romanticismo en política tiene poco futuro y también tiene poco talento.

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