El artículo escrito en el diario Avui por Oriol Malló es el ejemplo más claro del doble rasero con que se mide en Cataluña a los medios de comunicación. Pues aquello era, más que un artículo, una amenaza por escrito a los promotores de la plataforma Ciutadans per Catalunya sencillamente por ser críticos con el tripartito.
Hasta el momento, y ya han pasado seis meses de aquello, no hemos escuchado a ninguna autoridad política del Ejecutivo catalán condenar este artículo; tampoco ninguna inquisición al estilo del Consejo Audiovisual de Cataluña se ha preocupado de la gravedad de unos párrafos en los que habla de exterminar a los fundadores de esta plataforma –Boadella, Espada y Azúa– personas de izquierda que simplemente se niegan a que el nacionalismo lo pueda absorber todo como la única razón de la existencia.
Es verdad que el CAC sólo afecta a los medios audiovisuales -¡qué curioso!- pero entiendo que sí el tripartito catalán quiere también controlar a todos los medios articule algún otro comisariado político para controlar a los medios escritos. Sí no lo hace, habrá que pensar que ya tienen domesticada la prensa escrita y que, por lo tanto, no necesita ejercer el control sobre unos periódicos que ya rinden un claro servilismo a los intereses políticos del gobierno catalán.
Esta falta de interés selectiva es el ejemplo claro de que el verdadero objetivo del CAC es aniquilar aquellos medios que no sean adictos al régimen. Discrepar del Gobierno se ha convertido en Cataluña en un motivo de persecución política, mientras que estar cerca del tripartito de la forma que sea y con los modos que sean supone una inmunidad total. En la consecución de su objetivo, la creación de un nuevo régimen en Cataluña, la prensa crítica molesta y mucho. La citación judicial a Malló no hace más que confirmar que el poder político sólo persigue a quién le molesta; lo demás son milongas y censura. El gobierno catalán recupera a marchas forzadas unas costumbre policial con tufillo franquista.