Ahí le tienen. José Luis Rodríguez Zapatero se encuentra en Rabat, consumando el mayor error político que haya podido cometer desde que llegara a la secretaría general del PSOE. Por iniciativa suya, o quizá por un consejo de alguien que no le quiere bien, Zapatero se ha equivocado. Una equivocación que puede tener una gran repercusión externa e interna. Zapatero se ha equivocado viajando, pero también ha cometido una grave error a la hora de afrontar la polémica con el Gobierno.
¿Se figuran ustedes al jefe de la oposición en el Reino Unido, Alemania o Francia viajando a un país cualquiera, que estuviera provocando sin razón alguna, un conflicto diplomático con el propio Gobierno? Pues bien, Rodríguez Zapatero ha viajado a Marruecos saltándose a la torera la jerarquía universalmente prevista en los países serios, en los que la política exterior es competencia exclusiva del Gobierno. Una competencia que adquiere una mayor relevancia cuando existe un conflicto diplomático con otro país, en este caso de una gran importancia estratégica.
Rodríguez Zapatero, además, esta consiguiendo convertirse en la coartada que Marruecos estaba esperando para justificar políticamente el enfrentamiento con España, sin descartar que sirva como excusa en los próximos días para devolver al embajador a Madrid. Zapatero, lejos de intermediar, se está poniendo a tiro
para ser un muñeco en manos de Rabat. Comete un grave error estratégico que le puede hacer daño de forma inmediata: al visitar Marruecos en una época de grave crisis pone en bandeja al Gobierno marroquí la personalización del conflicto, es decir está facilitando a nuestros “vecinos del sur” que expliquen que el enfrentamiento suscitado hace unas semanas se
circunscribe al Gobierno de Aznar, no es un enfrentamiento con España.
Un error, decía, que tiene poca explicación ante la opinión pública. Un error que pone en duda el concepto de lealtad y de consenso en política exterior. A todo esto hay que añadir que desde el PSOE no se ha llevado bien la polémica con el Gobierno. Rodríguez Zapatero ha caído en la trampa de los ataques y de las declaraciones. Esta cuestión nunca tendría que haber sido “ventilada” en ruedas de prensa, debería haber sido arreglada en la discreción y en las conversaciones personales cara a cara con los responsables del Ejecutivo. Este planteamiento de prudencia es el que hubiera explicado el argumento de la lealtad. Tanto espectáculo con el “viajecito” nos enseña un afán de excesivo protagonismo y de equivocada estrategia. Desde luego, nunca sabremos a ciencia cierta si Felipe González ha estado detrás de toda esta historia, pero no hay duda de que tiene todos los condimentos del “estilo felipista”. Hasta el martes, tenemos tiempo más que suficiente para confirmarlo.
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