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Ignacio Villa

Un gobierno para la decisión

Digeridas ya las primeras impresiones de la profunda remodelación, el nuevo Ejecutivo de José María Aznar aparece como un equipo de fuerte consistencia política y de probada fidelidad al presidente. Este Gabinete recoge todas las claves de la sucesión, muchas de ellas ahora mismo son inteligibles, aunque sin duda con el paso de los meses iremos descubriendo algunos misterios e iremos cuadrando algunas cuentas.

El presidente Aznar es consciente de que está entrando ya en la recta final de su estancia en el Palacio de la Moncloa. Con el cerrojazo a la presidencia española de la Unión Europea, comienza la cuesta abajo de la presente legislatura. Aznar, en este momento decisivo para cerrar este ciclo de su carrera, ha reunido en el Gobierno a lo más granado del PP. Coloca a todos los candidatos a la sucesión, con la repetida excepción de Mayor Oreja, en la línea de salida; y al mismo tiempo les pide a todos ellos, de antemano, fidelidad absoluta a sus decisiones en un momento que va a ser crucial para el Partido Popular. Aznar les da a todos las mismas posibilidades para lograr sus aspiraciones personales, pero al mismo tiempo les exige unidad sin fisuras hacia el que resulte elegido como sucesor. Estando todos los posibles afectados en el Ejecutivo, todos ellos tendrán la obligación de acatar, cuando llegue en su momento, la esperada decisión.

Con este Gobierno, el presidente Aznar echa el resto. Ha elaborado un equipo con los mejores que tiene, están todos los que podían estar; aunque siempre queda la incognita de lo que pueda ocurrir con Jaime Mayor Oreja, que lejos de quedar descolocado simplemente se encuentra en "expectativa de destino”... relevante.

Ahora, en la recta final, el Gobierno tiene que aprobar las dos asignaturas pendientes: la coordinación interna y la política informativa. En estos capitulos, el Ejecutivo ha dado muchos e inexplicables bandazos durante los dos últimos años. A partir de ahora ya no hay excusas, deben demostrar que han rectificado los errores del pasado, aunque no los reconozcan en público. Una vez que pasen los cien días de gracia, estaremos ya en la línea de salida. En ese momento, de manera irremediable para todos, habrá comenzado el trayecto final de legislatura que nos dejará a la puerta de la sucesión.

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