Tras el asesinato de Juan Priede Pérez, en la riada habitual de condenas y declaraciones que surgen siempre como respuesta a la barbarie del terrorismo, me han deslumbrado como un fogonazo unas palabras de la dirigente socialista Rosa Díez: “Los terroristas han conseguido que este país se haya convertido en un país de chivatos”. Palabras que traslucen un diagnóstico certero sobre uno de los objetivos terroristas que más daño puede hacer a la sociedad vasca. El terrorismo, más allá del asesinato cobarde, busca transformar el País Vasco en un territorio de miedo y desconfianza, en un país de chivatos. De esta forma, el terrorismo etarra, con el consentimiento nacionalista, arremete contra las raíces mismas de una convivencia democrática.
Todos recordamos como en la época colegial, un tiempo de inocencia y buenas intenciones, el calificativo de “chivato” era uno de los más duros que se podían escuchar. Decir de alguien que era un “chivato” era situarlo en el bando de los mentirosos, de los insolidarios, de los traidores. Este concepto, trasladado a una sociedad democrática y de libertades, significa atacar la raíz misma de nuestra convivencia. En un país de “chivatos”, donde todos pueden ser “espías” y en el que cualquiera puede ser un delator, aflora una sociedad inmersa en el miedo y en la desconfianza. Cuando no puedes hablar con nadie, cuando no puedes desahogarte con un amigo y cuando no puedes vivir con la normalidad de la libertad es que algo muy profundo está fallando.
Las palabras de Rosa Díez nos colocan ante una realidad más dura y cruel de lo que parece. Decir terrorismo es hablar de asesinatos, sangre y barbarie. Pero también es hablar de una estrategia diseñada y elaborada para destruir directamente los cimientos mismos de la democracia y de la libertad. Porque el terrorismo tiene como gran objetivo liquidar el fundamento de la democracia: la convivencia pacifica, libre y respetuosa. El terrorismo convierte la delación, el espionaje, la desconfianza, el miedo y la mentira en los mimbres habituales de la convivencia. El terror, como estrategia de exterminio de todo lo democrático, se fundamenta en el chivatazo y transforma a una sociedad en un feudo del terror.
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