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Ignacio Villa

Una herencia sin particiones

El Partido Socialista, después de muchos vueltas, ha decidido conferir al "macro mitin" del próximo domingo todos los honores para que se convierta en el acto de presentación de la candidatura de Rodríguez Zapatero a la presidencia del Gobierno. Coincidiendo con el vigésimo aniversario de la primera victoria socialista del 82, la actual dirección socialista ha decidido dar prioridad a Zapatero sobre González, aunque a Felipe se le va a seguir prestando un eminente protagonismo.

El actual secretario general del Partido Socialista, inmerso todavía en la borrachera provocada por el "golpe de efecto" del pasado martes, sigue sin explicar una cuestión central: definir el fondo y la forma de su herencia política. A Rodríguez Zapatero, se le ha reconocido sin pudor el gesto de intuición política que mostró durante el Debate sobre Presupuestos; pero al mismo tiempo deberá ser consciente de que el acierto del citado Debate se queda en eso, en un simple acierto político. Ahora tiene que conformar el verdadero discurso político que quiere transmitir a la sociedad. Y, por el momento, no hemos empezado bien.

Llama la atención, en este sentido, la indefinición absoluta de Zapatero a la hora de marcar el verdadero territorio de su herencia política. Después de marear la perdiz durante meses, el líder de los socialistas se ha declarado finalmente heredero del socialismo del 82, aunque después, con una clara intención estratégica, no ha entrado en detalles. Quizá, por todo esto, habrá que recordarle que aquel socialismo no es simplemente el socialismo triunfante del balcón del Palace. Si Zapatero dice ser heredero del 82, tiene que aceptar que es heredero de todo. De lo bueno, pero también de lo malo. Asumir como propio el pasado de los Gobiernos socialistas es identificarse con el PSOE de las comisiones y de la corrupción, con el PSOE de los amiguísimos y de los hermanísimos, con el PSOE que llevó la corrupción al Banco de España, al BOE y a la Guardia Civil, con el PSOE de los GAL, del AVE y de la EXPO, con el PSOE que destruyó la independencia de los medios de comunicación. Reconocer como propia la herencia del 82 es reconocer como propios los 13 años de Gobierno de Felipe González, con las luces y las sombras. Lo siento mucho, pero aquí no vale escoger una parte del pasado y olvidarse del resto.

Y quizá se pregunten ustedes:¿Hasta cuándo Zapatero tendrá que arrastrar el triste legado de Felipe? Pues, sencillamente, hasta que demuestre con los hechos que nada tiene que ver con el pasado. Cuando Zapatero demuestre que no está tutelado por González y por PRISA, entonces sí habrá roto con el pasado. Si no lo hace, todo quedará en un golpe de efecto más. Pero en este caso no valen esos golpes. Aquí sólo vale el proyecto consistente e independiente. Y por ahora todo huele a Felipe.

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