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Ignacio Villa

Una nueva sinfonía para Zapatero

Las protestas contra el presidente del Gobierno no son una mera pataleta; son los gritos del descontento ante tanta división, tanta ineptitud, tanto desvarío, tanta irresponsabilidad.

El presidente del Gobierno acaba de toparse de bruces con los efectos de sus políticas y comprobado cuál es la verdadera temperatura de la sociedad española en la recta final de su legislatura. Rodríguez Zapatero, de campaña electoral por Extremadura, decidió visitar el pueblo de su abuelo paterno; y el helicóptero presidencial aterrizó en el campo de fútbol de la localidad de Alange. Tanto al entrar en la Casa Consistorial a firmar en el Libro de Honor del Ayuntamiento como al salir, el presidente fue abucheado, por lo que concluyó precipitadamente la visita iniciando inmediatamente el viaje con dirección a Mérida.

El Gobierno socialista despreciará los abucheos y silbidos de Alange como una anécdota protagonizada por unos pocos extremistas radicales. Pero, en el fondo, ellos mismos saben que no es así; es la expresión del hartazgo de miles y miles de ciudadanos que ya se han cansado del sectarismo de Zapatero, de sus políticas y de sus formas; la respuesta real a quien ha puesto en duda los valores de la transición, buscado el fin de la Constitución y dinamitado el pacto antiterrorista.

Zapatero ha perdido ese falso encanto de sus inicios; carece ya de combustible para el encandilamiento. Al presidente nadie le cree y sus fabulaciones se desvanecen como un castillo de arena. Las protestas contra el presidente del Gobierno no son una mera pataleta; son los gritos del descontento ante tanta división, tanta ineptitud, tanto desvarío, tanta irresponsabilidad. Son la respuesta cívica a un presidente que intenta hacernos creer algo que sólo sobrevive en su imaginación.

Es más, la tarascada que se ha llevado el presidente en Extremadura ha tenido lugar el mismo día en que ha buscado en Sevilla la fotografía vacía de siempre con los trabajadores de Delphi. Estos, que ya se lo ven venir, le han dejado claro que no quieren más engaños, sino soluciones. Una palabra que aparece con frecuencia en los discursos del presidente del Gobierno, pero que nunca es capaz de llevar a la práctica.

Zapatero se llevará de esta campaña electoral a La Moncloa una nueva melodía que tararear: la sinfonía de los silbidos, el sonido del descontento por su labor al frente del Gobierno. Las protestas contra un Ejecutivo capaz de pasar por encima de quien haga falta con tal de sobrevivir. No será la última vez que la tenga que escuchar.

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