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Ignacio Villa

¡Vaya mesecito!

Este enero no quedará, desde luego, como un mes de buenos recuerdos políticos para el actual Gobierno. Ha sido difícil, complicado, en todos los sentidos, y ha mostrado a los cuatro vientos las debilidades del actual Ejecutivo. Para empezar, suponemos que los ministros han tomado buena nota sobre las vacaciones. Cuentan que algunos se lamentan hasta la amargura: ¡Si no hubiéramos estado de vacaciones en Navidad! Unas vacaciones que algunos recordarán, porque han dejado a algunos ministros fuera de juego, posiblemente para toda la legislatura.

Los mismos que se lamentan, se tranquilizan también recordando que Aznar en la anterior legislatura no cesó a nadie. Y se consuelan pensando en Mariscal de Gante o en Arias Salgado. Estos argumentos se derrumban cuando reconocen que esta crisis está provocada por cuestiones que afectan muy directamente a los ciudadanos y contemplan el difícil momento por el que está pasando el Gobierno. Tan complicado que ha llevado a Mariano Rajoy a reconocer que no están atravesando, precisamente, la mejor temporada.

Una situación que ni el propio PSOE podía imaginar. Y que explica la lentitud en su capacidad de reacción. Hasta hace pocos días, los socialistas estaban más pendientes de los grandes “Pactos” que de la oposición diaria. Pero hay que reconocer que una serie de errores encadenados, como los que ha cometido el Gobierno, los coge una oposición engrasada y cualquier Ejecutivo que se precie sale herido de la batalla.

Pero en fin, en política siempre hay tiempo para la rectificación. Pero no para la rectificación disimulada. Hay que reconocer los errores ante los ciudadanos y, a continuación, intentar arreglar los destrozos. Ese es el camino, una rectificación real. Y reconocer los fallos. Enrocarse no lleva a ningún sitio.

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