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Ignacio Villa

Veinticinco años de todos

El vigésimo quinto aniversario de la Constitución española nos confirma una realidad: la clase política española es muy pobre en argumentos y mensajes, demuestra una notable carencia de iniciativas que de verdad interesen y afecten al bienestar de los ciudadanos e insiste en mirarse el ombligo. Los profesionales de la política mantienen discusiones eternas sobre la conveniencia o no de reformar la Constitución, cuando las preocupaciones de los españoles son otras muy diferentes, y así se van alejando cada vez más de los ciudadanos, aquellos a quienes se supone que están obligados a servir. En definitiva, este aniversario nos deja una evidencia: la gran mayoría de los políticos viven en una burbuja, rodeados por sus propios intereses y muy lejos de los españoles.
 
Sólo un ejemplo. ¿Alguien me puede explicar qué ha querido decir Rodríguez Zapatero cuando ha pedido este viernes al Gobierno que no "diseque" la Constitución? ¿Alguien puede diseccionar el fondo, si lo tuviera, de esta afirmación inequívocamente ridícula? ¿Ustedes creen que al español medio le interesa esta trascendente aportación del secretario general del PSOE? Pues, sinceramente, no. A la ciudadanía le preocupa el terrorismo, los objetivos secesionistas de Ibarretxe, la estabilidad en Cataluña, pero, sobre todo, le interesa lo que puede afectar directamente a su vida: el paro, los impuestos, la sanidad, la educación y la calidad de vida. Los votantes están cansados de los discursos vacíos e insustanciales de unos políticos que sólo velan por su propia supervivencia.
 
Sinceramente, este aniversario constitucional nos deja un mal sabor de boca. La clase política no ha sabido estar a la altura de las circunstancias. Pero sobre todo no se entiende la actitud del PSOE, un partido que ha estado trece años en el Gobierno, con vocación nacional y con una cierta tradición de seriedad, cuya actual dirección federal se dedica simplemente a enredar. El PSOE ha dejado de ser una referencia nacional en un momento en el que populares y socialistas deberían hacer frente unidos, sin complejos y con seriedad, a la ola nacionalista que se nos viene encima. Pero no, el señor Zapatero ha preferido lanzarse a una deriva sin sentido y sin dirección, peligrosa e irresponsable. El PSOE ha optado por soltar amarras del puerto del sentido común y boga mar adentro hacia ninguna parte.
 
El triunfo de estos primeros veinticinco años de Constitución se debe sobre todo a los ciudadanos. De los políticos y gobernantes, sólo merecen sumarse al éxito aquellos que han tomado medidas para permitir que sea la propia sociedad la que crezca, dejando hacer a los españoles, sin ponerles demasiadas trabas para impulsar el avance de España, que en estos veinticinco años ha dado pasos de gigante. Vivimos en un país estable, con un saludable crecimiento económico, con peso en los foros internacionales, con personalidad en el mundo. Es una España que progresa y lo hemos conseguido todos los españoles, al margen de nuestra clase política. Sin duda, España seguirá avanzando, mientras los políticos insistirán en sus egoísmos. Ellos a lo suyo, y los demás a lo nuestro. Desgraciadamente, esa es la solución.

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