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Ignacio Villa

¿Vencedores y vencidos?

El día después del Debate sobre el estado de la nación se convirtió en una jornada de opiniones y corrillos, de ganadores y perdedores. Lo cierto es que hacía tiempo que un debate de estas características no levantaba la diversidad de opiniones que logró en esta ocasión. Hay que dejar constancia de que al Congreso ha vuelto la vidilla política después de una larga etapa de aburrimiento. Ahora, por supuesto, esto debería tener continuidad en el tiempo para certificar que es una tendencia y no simples fuegos de artificio.

Desde el punto de vista político, el día después nos deja donde estábamos. Es decir, el debate, al fin y al cabo, tiene que ser sencillamente un punto de partida para unos y otros. Para el Gobierno tendría que suponer un intento de recuperar la ilusión perdida; para el PSOE debería ser la consolidación de un líder.

José María Aznar, durante la mañana del miércoles, hizo amago de recuperar el mensaje del centro reformismo, un mensaje de ilusión para los suyos. Por la tarde, en cambio, volvió al tono habitual de estas últimas semanas. Triste, desvaído y algo pasado de rosca. No parece que el objetivo final se haya cumplido. No deja de ser chocante la avalancha de ministros del Gobierno que han salido en tromba para vender el “triunfo” de Aznar. Parece que se olvidan de que un presidente del Gobierno siempre gana en estos debates, y más con los argumentos que avalan la gestión de Aznar. Sin embargo, el problema no es el vencedor, sino cómo se venció. Y en esta ocasión, se pongan como se pongan, no hubo brillantez. La reacción necesaria está todavía por llegar.

Por su parte, Rodríguez Zapatero ha demostrado sus carencias pero también su posible capacidad. Sin fondo, pero con forma, el secretario general de los socialistas tuvo la intervención que quería tener. Él no se enfrentaba a Aznar, se enfrentaba a su partido y a su futuro. Y en este sentido hay que decir que es el primer líder socialista de los últimos años que ha sobrevivido, en principio, al Debate sobre el estado de la nación. Ha parado el golpe, pero también es cierto que eso no es suficiente. Desde ahora tiene que poner orden en su partido, si no terminará feneciendo como sus antecesores. Ese orden incluye también poner en su sitio a un Felipe González cada vez más influyente.

Zapatero sigue vivo y la vida sigue. No puede pensar que ya tiene un seguro de vida. Lo conseguido se puede esfumar igual que el humo que vende con tanta facilidad.

En esta ocasión el día después del Debate no es un día de vencedores y venidos. Ahora empieza el verdadero examen.

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