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Ignacio Villa

Zapatero aniquila la sensatez

El espectáculo al que estamos asistiendo en el Partido Socialista es, cada día que pasa, más difícil de explicar. Rodríguez Zapatero cuando llegó a la Secretaría General del PSOE, hace tres años, recibió un cheque en blanco de toda la vieja guardia de su partido para sacar a los socialistas del hoyo que el "felipismo", con todos sus errores y corruptelas, les había llevado.

Zapatero empezó con otro estilo, con otras maneras. Era lo que llamaban el "cambio tranquilo". Eran los tiempos del Pacto Antiterrorista y del Pacto por la Justicia. Eran los tiempos en que la moderación del líder socialista comenzaba a preocupar en las filas del Partido Popular, donde empezaron a percibir que esos nuevos modos podían arrastrar votos que en las últimas generales habían apostado por la estabilidad del Partido Popular. En esas estaban, cuando de pronto Felipe González y el Grupo Prisa comenzaron a poner en duda la eficacia y el trabajo de Rodríguez Zapatero.

Después de un tiempo de cierta tensión, el actual secretario general del PSOE bajo la cara y se replegó de forma muy dócil a las indicaciones recibidas de los que verdaderamente controlan el Partido Socialista. Más tarde llegó el Prestige y la guerra de Irak, y Zapatero traspasó la frontera del sentido común y del sentido de Estado. Desde entonces, el secretario general de los socialistas ha ido dado tumbos de aquí para allá. Se ha dejado llevar por unos y por otros, ha dicho que sí a Pascual Maragall, no ha sabido controlar la crisis abierta en la Federación Socialista madrileña y además ha sacado el látigo más dictatorial para resolver la polémica de Cristina Alberdi. En fin y para cerrar el ciclo de esta locura política, Zapatero arremete ahora contra el Pacto por la Justicia. Un gesto que parece querer borrar todo rastro de sensatez del pasado. Es como gritar a los suyos: "Olvidaos del Zapatero que elegisteis en el último Congreso federal, el único Zapatero válido es este que vive inmerso en una huida hacia ninguna parte". Y lo más preocupante para muchos socialistas es que no ha terminado todo.

Zapatero, lejos de modular su discurso, ha preferido dar pasos hacia la crispación y el insulto. Quiere arremeter con todo y contra todos y se empeña en caminar hacia un precipicio sin fondo. Zapatero, en esta caída libre en la que se está dejando llevar, parece dispuesto a agriar al máximo la situación política. Ha perdido la compostura y su supervivencia es cada vez más complicada. Si además los socialistas no consiguen los resultados deseables en Madrid y en Cataluña, su final puede ser agónico y patético. Un final que, por lo que estamos viendo, no estará exento de rabia y de rencor.

El secretario general del PSOE ha demostrado no tener categoría para liderar una alternativa al Partido Popular; pero es que además no parece tener un buen perder. Y eso en política es igual a un triste y solitario final.

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