Definitivamente lo de las medallas se le ha cruzado al Partido Socialista. No sólo las medallas concedidas como una condecoración militar –recordemos la de José Bono a los pocos días de llegar al Ministerio– sino también las medallas olímpicas. Al Gobierno socialista se le ha vuelto a ver el plumero, además de forma tosca y burda.
A los pocos días de iniciarse los Juegos Olímpicos y ante los primeros resultados que se contaban como fracasos para el equipo español, le faltó tiempo a la ministra de Educación y Ciencia, María Jesús Sansegundo, para salir al paso y anunciar la convocatoria de una mesa nacional para abordar las razones del fracaso del deporte español. Entonces se quedó a un paso de repetir el argumento socialista habitual en estas ocasiones: "¡la culpa es del PP!". Esta vez no lo dijo aunque lo enunció de forma difusa.
Lo cierto es que las palabras de la ministra desde su sombrilla playera fueron mágicas. Fue hablar Sansegundo y comenzar a caer las medallas. Tras los primeros éxitos españoles, hubo un silencio institucional de unos días, para luego irrumpir en escena el secretario de Estado para el Deporte. Jaime Lissawetzky desde la televisión pública comenzó, sin pudor, a ponerse las medallas que los deportistas españoles iban consiguiendo, recordando de paso que gracias al nuevo talante llegaban esos éxitos.
Y en esto irrumpió Zapatero. El presidente del Gobierno español rompiendo con todo las previsiones protocolarias, puesto que los Reyes se encontraban en Atenas, el pasado viernes hizo acto de presencia en los Juegos Olímpicos. Una presencia que fue convenientemente aliñada por una larga entrevista en la televisión de ¿todos? que luego fue insistentemente reproducida. Dicho de otra forma, Zapatero llegó a Atenas con la idea de traerse de allí la veintena de medallas conseguida por los deportistas españoles.