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Inés Arrimadas

Tiempo de cambio

Este debate pasará a la historia porque ha sido el último del bipartidismo, el último antes del cambio.

En los países de tradición democrática un día como hoy es un día importante. Es una jornada de reflexión general, de debate político al más alto nivel, donde una cosa está garantizada: la Nación, entendida como el conjunto de los ciudadanos de un país, es la protagonista a través de sus representantes públicos.

Sin embargo, esa no es la sensación que tengo hoy tras escuchar nuestro particular Debate del Estado de la Nación. Para los que no han tenido ocasión de seguirlo, yo les ofrezco mi humilde resumen:

El presidente Rajoy, con un discurso triunfalista absolutamente alejado de la realidad, al más puro estilo de los salvapatrias que tanto critica, y con ataques personales al resto de políticos que son impropios de alguien que lleva tantos años en política como para haber aprendido a rebatir sin faltar al respeto.

Pedro Sanchez, sin rumbo, dando lecciones sobre lo que no puede darlas y con la amnesia típica del PSOE olvidando que ellos son el partido que más años ha gobernado España (algo tendrán que ver con los grandes problemas que sufrimos). Sinceramente, ha estado muy lejos de lo que debe ser un jefe de la oposición porque en la práctica no lo es.

Alberto Garzón, de IU, a sabiendas de que su cómoda y mantenida tercera posición en votos tiene los días contados, haciendo de candidato alternativo de Podemos obviando que su formación ha participado durante años de muchos tinglados políticos, como las cajas de ahorro.

El incombustible Duran i Lleida de CiU, desde su sobrerrepresentación parlamentaria (recordemos que tienen 600.000 votos menos que IU pero 5 diputados más), con el habitual discurso victimista de los nacionalistas que apuestan por trocear esta Nación.

En definitiva, en mi opinión, nuestros representantes públicos no han estado a la altura. Lo que hemos visto es cero autocrítica, promesas electoralistas de última hora, ataques personales y escasas referencias a la corrupción y siempre a la del contrario con el clásico "y tú más"; referencias veladas a nuevas alternativas políticas crecientes (eso sí, desde el miedo) y poco más.

No han estado a la altura como digo pero, sobre todo, no han sido representativos del tiempo de cambio que vive nuestro país. Viéndoles actuar, me imaginaba a estos señores agarrándose con uñas y dientes a un sistema que está a punto de superarse.

El Congreso actual representa una realidad desfasada. Cuando se formó el Congreso los votos de los dos grandes partidos (PP-PSOE) sumaban más del 70%. Es una representación legítima y respetable, sin duda, pero menos dudas hay de que tiene los días contados. En las encuestas actuales (teniendo en cuenta que son eso, encuestas, pero que ahí están) estos dos partidos apenas llegan al 50%. El menú bipartidista se ha abierto y ahora hay diferentes platos a elegir.

Creo que nunca antes en un Debate como el de hoy se había mirado tanto hacia afuera del Congreso.

Hoy el debate está en la calle, a pesar de que se dice que a la gente no le importa la política yo no recuerdo un momento en el que la política esté más presente en las conversaciones de bar y sofá. Los ciudadanos tienen ganas de cambio y eso no está representado aún.

Los que formamos parte de Ciudadanos estamos tranquilos pero expectantes, sabiendo que el año próximo participaremos de este Debate porque representaremos a una parte importante de los españoles que quieren un cambio sensato. Y no iremos contra nadie, porque no hemos venido a la política a destruir sino a construir una alternativa política regeneradora pero viable, y habrá que elegir entre inmovilismo, ruptura o reforma. En España somos capaces de reformar, de hacer un cambio regenerador pero sensato; ya lo hicimos durante la transición y lo volveremos a hacer.

Creo sinceramente que este Debate pasará a la historia. No por la calidad de su oratoria, por lo profundo de sus discusiones o por la exquisitez de la formas. Pasará a la historia porque es el último del bipartidismo, el último antes del cambio.


Inés Arrimadas, diputada por Ciudadanos en el Parlamento autonómico catalán.

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