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Isabel Durán

Calvo-Sotelo

Muy pocos saben cuán mal se portaron los socialistas con él.

Leopoldo Calvo-Sotelo se merece funerales de Estado y mereció mucho más reconocimiento en vida del que cicatera y roñosamente recibió. Los 21 meses en los que fue Presidente tras el golpe del 23 de febrero de 1981 fueron definitivos para la consolidación democrática en España. De su mano los españoles entramos en la OTAN, a pesar de la frontal oposición inicial del PSOE y él fue el negociador de nuestra incorporación en la Unión Europea (entonces CEE), culminada posteriormente por el siguiente Gobierno de Felipe González. Era un hombre excepcionalmente culto, dotado de una fina ironía, con el que tuve la oportunidad de charlar en diversas ocasiones para la elaboración de distintos libros junto con José Díaz Herrera y cuyos conocimientos y aportaciones resultaban definitivos para conocer la realidad de España.

Quizá la más relevante se refiera al golpe de del 23-F publicada en Los secretos del Poder. En concreto al célebre almuerzo de Lérida que tuvo lugar el 22 de octubre de 1980, es decir, cuatro meses antes de la intentona golpista, entre Alfonso Armada y el entonces responsable de la Comisión de Defensa en el Congreso, el socialista Enrique Múgica. En aquella comida estaban presentes Joan Reventós y el alcalde de Lérida, Antoni Caruana. Cuando el general, antiguo preceptor de Don Juan Carlos y ex secretario general de la Casa del Rey, planteó la necesidad de formar un "Gobierno de salvación" sin Adolfo Suárez, el socialista Reventós le dijo "¿Qué civil? Lo que necesita el país es un militar. ¡Y además esa persona tienes que ser tú!"

Muy pocos saben cuán mal se portaron los socialistas con él. Un buen día Julio Feo, secretario general de Presidencia con Felipe González, le retiró la seguridad de su domicilio familiar sencillamente porque no tenía dinero para pagar la calefacción eléctrica que había que instalar en la garita de la entrada de su casa para que los guardias civiles no se congelaran de frío durante el invierno. Con ocho hijos que sacar adelante, este ingeniero de Caminos tres veces ministro y vicepresidente económico pasó algún que otro apuro económico y por aquella época, con la emergente beautiful y los oropeles del socialismo del caviar y de la rosa, la honradez no se estilaba precisamente.

Por quitarle, a Leopoldo Calvo-Sotelo le quitaron hasta el Mercedes blindado para dárselo al ministro de Defensa, a la sazón, Narcís Serra, ya que tenía complejo de que los militares subordinados suyos acudían a los actos oficiales con mejores coches que su SEAT 131. Pero Calvo-Sotelo no les guardaba inquina alguna. Se hizo un hueco en la vida privada, dejó la Moncloa y desapareció de la vida política española, sin protagonismos. Con la llegada de José María Aznar las cosas cambiaron y sus opiniones fueron tenidas más en cuenta personal y políticamente por el nuevo jefe del Ejecutivo, pero sin grandes alharacas. Nunca fue del PP, no quiso afiliarse.

Como ha dicho el Rey a la hora de su muerte en el salón de los pasos perdidos del Congreso de los Diputados, Calvo-Sotelo era "un gran español, un gran hombre de Estado". Descanse en paz.

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