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Isabel Durán

El circo zapateril

Zapatero cada vez se parece más a Ángel Cristo. Él solito se mete día a día de manera voluntaria en la jaula de las fieras

Ahora va José Luis Rodríguez Zapatero y asegura que bajar los impuestos es de izquierdas y que subirlos, como medida disuasoria, también. Pero no se queda ahí. Durante la reunión del Comité Federal del PSOE ha proclamado además que “disuadir del consumo del alcohol y del tabaco es de izquierdas” y que su Gobierno “declara la guerra a los accidentes de tráfico”. De no ser por su semblante serio, lo declarado por el presidente parece salido de un concurso de sandeces para ver qué provoca más risa.
 
Esto empieza a ser grave. Zapatero cada vez se parece más a Ángel Cristo. Él solito se mete día a día de manera voluntaria en la jaula de las fieras y, aunque no tiene ni para darles de comer, arrima mimosamente la mejilla para que le aticen un zarpazo feroz o se lo atiza el solito para distraer al personal. Ahora le ha tocado el turno al gasto sanitario y las carreteras, después será de nuevo el asunto de los Estatutos, el parto de las naciones, la función de la educación, el agua, los fuegos, en fin, un circo completo.
 
Y es que el espectáculo constante en que se ha convertido el Ejecutivo circense zapateril es de una profusión en cuanto a payasadas apabullante. Al circo de ZP no le falta de nada. El carrusel de desatinos gubernamental, el posado de las chicas en la carpa monclovita tan realzador del papel de la mujer hoy, funambulistas territoriales, saltimbanquis y acróbatas, escapistas por doquier, pantomimas y mucho teatro. Zapatero ha convertido el arte de gobernar en una pura técnica circense. Lo malo es que mientras el gran clown y su troupe ríen y juegan, el país --que no el Gobierno-- está en la cuerda floja por su miope, sectaria, incompetente e ineficaz gestión.
 
Lo peor de todo es que los leales receptores de las prebendas de Zetapé –artistas invitados, figurantes anti-Bush y contorsionistas mediáticos incluidos–, y su propia soberbia, le impiden ver que no tiene ni un solo conejo en la chistera, que su circo no tiene red en el trapecio y que no se trata de ningún ensayo. Porque lo único de lo que dispone en realidad el presidente es del apoyo del líder del principal partido de la oposición dispuesto a hacer de tripas corazón debido a su sentido de Estado. Zapatero debería dejarse de verborrea política y de ejercitar un equilibrismo impracticable para dedicarse al gobierno de todos los españoles, que es a quienes se debe en primer y único lugar, e iniciar, por tanto, una nueva etapa recogiendo la mano tendida de Mariano Rajoy. Representación ésta, que por desgracia, no parece que lleguemos a ver jamás más allá de la propaganda y el bombo circense a conveniencia de La Moncloa.

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