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Isabel Durán

Pactar con la ETA

Nos encontramos en un punto de inflexión donde se puede arrinconar definitivamente a la Bestia o se le puede hacer resurgir de sus cenizas

"Tienen dos meses de plazo para dimitir o marcharse o los exterminaremos uno a uno" amenazaron los asesinos de la organización terrorista ETA, a través de su órgano de expresión Zutik, tras la muerte de Franco. Fue su primer plan de exterminio de las autoridades civiles en el País Vasco. Dicho y hecho. Dos presidentes de diputación y varios alcaldes fueron asesinados. Un gran número de regidores fueron obligados a emigrar. Durante la negociación del Estatuto y la celebración de las primeras elecciones autonómicas, los sicarios pusieron en práctica la limpieza étnica contra la UCD, sus representantes cayeron como chinches y los terroristas provocaron la práctica disolución del partido en las tres provincias vascas. Desaparecidos prácticamente del mapa, en 1986 la derecha representada por Alianza Popular obtuvo sólo dos diputados.
A partir de la muerte de Gregorio Ordóñez y del fallido intento de asesinato de José María Aznar en 1995, los etarras iniciaron su tercera y bestial arremetida. Los representantes del partido socialista junto a los populares se llevaron la peor parte. Con gran esfuerzo y sacrificio, centenares de hombres y mujeres se mantienen hoy firmes entre la hostilidad nacionalista y las balas de la banda terrorista.
 
La ETA, –que había iniciado su andadura de terror a finales de los cincuenta no por la idealizada lucha contra el dictador, sino por sembrar el terror contra cualquier sistema de gobierno que se estableciera en España, por el mero hecho de ser español– va a seguir su vil y macabra trayectoria con el Plan Ibarreche. Del calentamiento tras el 11-M (Balza dixit) al tiro en la nuca o mochila bomba con gran número de víctimas mortales sólo es cuestión de tiempo. Habrá próximos atentados. Caerá más sangre de inocentes. Nos encontramos en un punto de inflexión donde se puede arrinconar definitivamente a la Bestia o se le puede hacer resurgir de sus cenizas. Nunca antes se había reducido a la banda de sicarios a su esqueleto, como ahora. Nunca antes se habían sentido acosados, infiltrados y faltos de libertad de movimientos como ahora. Sólo manteniendo la diligente, laboriosa y meritoria lucha policial y judicial llevada a cabo en los últimos años se puede seguir disolviendo la trama etarra cual azucarillo. Sólo el mismo grado de cooperación internacional en la persecución de los pistoleros y quienes les apoyan conseguirá que no encuentren fácil acomodo fuera de nuestras fronteras. Sólo la unidad de todos –PP y PSOE– contra el terrorismo puede mantener a la ETA contra las cuerdas. Porque sólo la unión de todos esos factores hará que la ETA desaparezca. Así de fácil o de difícil.
 
No fue el guardia de tráfico José Pardines su primera víctima, sino una pobre niña Begoña Urroz asesinada en junio de 1960 en la estación donostiarra de Amara, y la ETA no fue paladín de las libertades contra la dictadura. Desgraciadamente, la mistificada y edulcorada historia de la banda asesina ha hecho que durante todos estos años su terrorismo encuentre acomodos, connivencias y suculentos negocios en los recovecos del nacionalismo, especialmente desde la instauración del régimen del PNV en el gobierno de la comunidad autónoma. Por eso el aliento de los dirigentes independentistas catalanes para restablecer la sucursal política de los asesinos, con todos sus parabienes, con el nuevo flujo de dinero de todos los españoles, y sus ansias de pactos con los terroristas sólo pueden deshacer lo andado y volver al resurgimiento de una ETA fuerte y exterminadora.

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