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Isabel Durán

Tiro olímpico en Paracuellos

¿Qué diría la opinión pública mundial si, por ejemplo, se fuese a construir un campo de tiro olímpico en las cercanías del bosque polaco de Katyn?

La candidatura del Madrid Olímpico de 2012 presentada como el cruce del rubicón de Alberto Ruiz Gallardón es un engendro de mucho cuidado que se mofa del primer genocidio de la historia. Y es que al alcalde de Madrid, máximo exponente del grupo PRISOE-AP (Prisa Anti-Popular), no se le ha ocurrido mejor idea que convertir el municipio de Paracuellos del Jarama en la sede de tiro olímpico en sus distintas modalidades de precisión y de tiro al plato en carabina, pistola y escopeta.
 
Paracuellos constituye uno de los episodios más lúgubres de la guerra civil. Fue una gigantesca matanza de hombres indefensos a los que se ataba de dos en dos por los codos y las manos con bramante, alambre o cable eléctrico. Todavía quedan restos del asfalto por el que se les hacía caminar, mientras rezaban, lloraban, imploraban perdón o se encomendaban a Dios, desde que les bajaban de los autobuses de dos pisos y camiones hasta llegar a las fosas. Allí se les disparaba hasta que caían muertos, heridos, unos encima de otros para luego echar tierra encima. Así uno tras otro hasta casi cinco mil personas acribilladas a balazos por el mero hecho de no ser de izquierdas, muchos de ellos por ser curas o religiosos.
 
Hoy la huella del crimen es escalofriante. En Paracuellos del Jarama están las fosas, con la tierra elevada tal y como la dejaron los asesinos y endurecida por el paso del tiempo. Paracuellos es más que un cementerio, es la escena de un crimen. Nunca se han exhumado los cadáveres, allí están los millares de cuerpos hacinados según iban cayendo agujereados por las balas cobardes en las gélidas madrugadas de noviembre y diciembre de 1936.
 
El Gobierno de ZP tan interesado en rendir homenajes a Santiago Carrillo y en descubrir fosas en los caminos perdidos de España tiene en Paracuellos un filón. Pero no son sus muertos, así que a todos los efectos no existen para la versión guerracivilista de la historia que quieren inyectarnos en vena. Ahora bien, entre mirar para otro lado y el escarnio de emplazar un campo de tiro en Paracuellos del Jarama, hay un trecho que no lo había recorrido jamás antes nadie, hasta que ha llegado el adalid de la modernidad y el recambio de la derecha de Rajoy.
 
Naturalmente, Alberto Ruiz Gallardón sabe que proyectar el centro de tiro olímpico en Paracuellos es, cuando menos, controvertido. ¿Qué diría la opinión pública mundial si, por ejemplo, se fuese a construir un campo de tiro olímpico en las cercanías del bosque polaco de Katyn?

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