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Isabel Durán

ZP y el lehendakari de ETA

lo más grave de todo es que cada paso que avanzan los farsantes nacionalterroristas es una grave humillación a las víctimas y una mofa del millar de muertos y los miles de mutilados que han quedado en el camino. Y de los que están por caer

El presidente del Gobierno ha recibido a Juan José Ibarretxe en La Moncloa para hablar del plan bendecido por los terroristas, a pesar de que las pistolas humean, esta vez, encima de la mesa. Ni Adolfo Suárez, ni Leopoldo Calvo Sotelo, ni Felipe González ni, por supuesto, José María Aznar hubieran cometido tal acto contra el pueblo español.
 
El lehendakari escenifica así su afrenta secesionista con una farsa cuyo primer acto se desarrolló en el Parlamento vasco siguiendo instrucciones del jefe de la ETA, Josu Ternera, y tiene su momento estelar en La Moncloa, con un presidente del Gobierno socio de quienes apoyan sin fisuras al lehendakari de ETA.
 
A pesar de tantos años de información manipulada e interesada para convertir a Ibarretxe en la cara amable del nacionalismo, al Partido Socialista en la solución del diálogo y el talante y, por ende, al Partido Popular en la bestia negra de la democracia, la realidad es bien distinta. Juan José Ibarretxe fue investido lehendakari el 30 de diciembre de 1998 con los votos de Herri Batasuna para “preservar el tesoro de la unidad abertzale”, según declaró entonces el propio Arnaldo Otegui. Y vive el cielo que lo ha preservado y hasta encumbrado a La Moncloa. Es por tanto el lehendakari de ETA, y ZP su colaborador necesario. El PP, tras la sacudida que le viene en esta legislatura, está por ver en lo que se queda.
 
La primera legislatura del lehendakari de ETA, el bienio negro –bautizado así por el defenestrado líder socialista Nicolás Redondo Terreros–, constituyó la primera parte del viaje conjunto del nacionalterrorismo, a la que puso fin la ruptura de la tregua por parte de la banda asesina. La ruptura concluyó con el abandono del comando terrorista en el Parlamento, dejando al lehendakari en precaria minoría.
 
El resultado fue que el Gobierno de Ibarretxe acumuló medio centenar de derrotas parlamentarias. Y aprendió la lección. Pese a las discrepancias internas del nacionalterrorismo entre Ibarretxe y ETA, la banda proclamó su victoria. “Si el Estatuto de la Moncloa (el de Guernica) está muerto, es gracias al trabajo de la izquierda abertzale”, aseguró en su Zutabe número 98. Y sentenció: mientras los nacionalistas del PNV tratan de vender la moto (sic) de que con su pan van a acabar con el terrorismo, nosotros seguiremos matando. Tal y como ocurrió.
 
La segunda legislatura del presunto presidente de todos los vascos ha producido la conjunción definitiva del nacionalismo gobernante y su ejército en la sombra durante 40 años. Concluye ahora con el asalto final a la unidad de España de la mano de Josu Ternera y Arnaldo Otegui, los verdaderos mentores de Ibarretxe, alias “el dialogante”.
 
Cada paso de Juan José Ibarretxe es una victoria del terrorismo. Junto al presidente del presunto Parlamento de todos los vascos que acude a la institución de la soberanía nacional, ambos se mofan de ella y declaran por anticipado que harán lo que ETA quiere que hagan, digan lo que digan las leyes y el Estado de Derecho.
 
Lo peor de esta farsa es que tiene un artista invitado, ZP, encantado de haber conseguido el papel de estrella. Y lo más grave de todo es que cada paso que avanzan los farsantes nacionalterroristas es una grave humillación a las víctimas y una mofa del millar de muertos y los miles de mutilados que han quedado en el camino. Y de los que están por caer. Porque la pólvora, esta vez, humea encima de la mesa.

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