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Jaime de Piniés

Las reformas que no llegan a las cajas de ahorro

Intentemos afinar la eficiencia futura de estas entidades: transformemos las cajas de ahorro en sociedades anónimas. Esto les daría mayor acceso a los mercados de capitales y les permitiría fusionarse con bancos.

Tras el visto bueno de la Comisión Europea, el Fondo de Restructuración Ordenada Bancaria (FROB) está disponible para aquellas entidades que quieran pedir dinero público. Las condiciones requeridas son severas. En primer lugar, las participaciones serán caras al tener que ser retribuidas a tasas de mercado, al día de hoy rondando el 8% en términos anuales. En segundo lugar, las ayudas sólo pueden alcanzar el 2% de los activos de riesgo de las entidades solicitantes, cuando lo cierto es que las cajas de ahorro en apuros tienen bastante más necesidad que ese límite del 2%. Y en tercer lugar, hay que darse prisa ya que las ayudas sólo estarán disponibles hasta mediados del año en curso. Las autoridades españolas podrán solicitar ampliaciones adicionales tanto para el plazo como para la cuantía, pero el proceso no es automático y toda operación que se exceda tendrá que ser aprobada individualmente por Bruselas.

Si analizamos el caso de las cajas de ahorro, el FROB debería aprovecharse para iniciar la transformación de estas entidades en dos direcciones distintas. Por un lado, es el momento para fomentar las fusiones entre las cajas de ahorros y el FROB es un paso acertado para una mayor concentración del sector. Ahora bien, siendo como es un proceso de salvación in extremis de las cajas,sorprende lo poco ambiciosas que están siendo las autoridades al conceder ayudas que, en su conjunto, representan más del 9% del PIB español. Clama al cielo que sólo se alienten algunas fusiones entre cajas, ahora bien, siempre dentro de la limitación geográfica de alguna Comunidad Autónoma. Mucha cáscara para tan poca nuez.

Digámoslo alto y claro: las fusiones entre cajas son necesarias, lo necesita el tejido que compone el sistema financiero español. Sin embargo, para que las fusiones tengan sentido, las entidades implicadas deben tener elementos que se complementen entre sí. Difícilmente se logra esto cuando se observa que aquellas fusiones que están teniendo lugar son entre dos entidades cuya principal característica es ser un calco la una de la otra y, por si fuera poco, ambas operan en los mismos municipios de una misma comunidad. Ciertas voces opinan que para conseguir resultados más ambiciosos y que justifiquen el dispendio económico del FROB, convendría que las fusiones rebasen las fronteras de las Comunidades Autónomas. Esto es cierto. Pero , ¿por qué poner puertas al campo? Intentemos afinar la eficiencia futura de estas entidades: transformemos las cajas de ahorro en sociedades anónimas. Esto les daría mayor acceso a los mercados de capitales y les permitiría fusionarse con bancos. Hoy día se permite que una caja compre a un banco, pero no a la inversa. La transformación de las cajas de ahorro en sociedades anónimas lograría un sector financiero más equitativo y competitivo en España y, por otro lado, la razón de la existencia de las cajas de ahorro, la obra social, no tendría que verse afectada ya que es cuestión de disponer esta función a través de fundaciones sociales dentro de la estructura jurídica de una SA.

Igualmente, como segundo factor a transformar dentro de las cajas sería iniciar el proceso de despolitización. Es vox pópuli que la mala gestión de las cajas se debe a que están controladas por políticos. Recordemos los préstamos por más de 3.000 millones de euros de la Caja de Castilla-La Mancha a una veintena de empresarios conectados con el poder regional que ahora se consideran incobrables. No faltan anécdotas en las demás cajas, comenzando pos las más grandes que todos conocemos.

La reforma más necesaria para salvar las cajas es una reforma de la LORCA y de la normativa autonómica para conseguir una despolitización de las mismas. Bastaría con limitar los Consejos de Administración a profesionales independientes con varios años de experiencia en el sector financiero para la toma de cualquier decisión sobre préstamos; y que se cree otro consejo, llamémosle Consejo Social, con la activa participación de los políticos, para administrar la obra social. Es decir, que los políticos se contenten con administrar sólo una parte del beneficio, pero no todo el balance de la entidad financiera como ocurre actualmente. Esta reforma sería la mínima necesaria para conseguir una despolitización eficaz de las cajas de ahorro y no le tendría que costar ni un solo céntimo al contribuyente.

Lamentablemente, los dos partidos mayoritarios no están por la labor de la profesionalización y la despolitización de las cajas ya que supondría recortarles cuotas de poder. Algún partido político minoritario y valiente sí aboga por esta solución, tan simple como eficaz, para controlar el despilfarro de las cajas. Esperemos que a base de documentar la situación, la sociedad civil española despierte y entre todos exijamos poner coto a una de las mayores fuentes de corrupción de nuestro país.

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