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Jaime Ignacio del Burgo

Un "bertsolari" filoterrorista y blasfemo

Si el artículo se hubiera titulado: “Me c... en Mahoma” entonces el señor fiscal general del Estado habría excitado la acción de los tribunales de Justicia alegando que ofender al Islam es atentar contra la paz y la convivencia democrática

Vive entre nosotros un individuo descerebrado, zafio, ignorante y blasfemo, además de filoterrorista, que dice llamarse Xabier Silveira. Forma parte del glorioso movimiento nacional vasco de liberación. Colabora con cierta asiduidad en el diario Gara y confiesa ser “bertsolari”, es decir, poeta popular euskaldún. Tiene toda la pinta de ser un maketo converso. El apellido Silveira delata el origen galaico o portugués de sus ancestros. Lo de Xabier tiene su guasa, pues quienes así lo escriben pretenden afirmar erga omnes su origen o adscripción eusquérica. Ignoran que así se escribía en el romance antiguo, cuando la jota y la equis, la uve y la be disputaban su lugar en la ortografía del español.
 
Hace unos meses, nuestro “bertsolari” escribió un artículo que en otro tiempo le hubiera ocasionado algún disgusto por apología del terrorismo y que demuestra la deleznable textura de su cerebro. Pero, como es bien sabido, en momentos de tregua los fiscales –incluido el señor fiscal general del Estado- sólo leen de los periódicos los anuncios por palabras, la cartelera y la predicción del tiempo, y el Gara suele ser muy deficiente en la prestación de este tipo de servicios.
 
Pues bien, el artículo tenía un título ya de por sí muy sugestivo: “Dejadnos mataros en paz”. El articulista confiesa que quería escribir en eusquera, pero acabó por hacerlo en castellano -“esta lengua tan bella como cruel ha sido en este pueblo... insertada a sangre y fuego, aunque no en nuestro corazón ni en nuestro cerebro”- porque quería que el pueblo le entendiera. Después de este preámbulo, relata cómo, cansado de ver el mundial de fútbol por televisión, decidió saltar de canal en canal. No encontró más que “basura intelectual” y “estupidez licenciada” en una tertulia sobre ETA. Así que se enfadó y mucho. Como no entendía nada le entraron unas ganas enormes de escuchar “el estruendo de doscientos kilos de amonal”. Menos mal que los “chicos de ETA”, como diría aquél, no estaban a mano, porque si no acaba con la tregua y organiza un estropicio. Pero lo que irritó sobremanera a nuestro pacífico “bertsolari” fue que uno de los contertulios dijera que todo se puede defender “mientras no se empuñe un arma para defender a un pueblo”. Como emprenderla con el televisor se paga caro, decidió que lo mejor era olvidarse de su condición de “bertsolari” y responder a semejante idiota en el Gara con un artículo escrito en el idioma erdera [extraño o extranjero] porque así estaba seguro de que todos le entenderían: “Si un pueblo se defiende, ¿no será que está siendo atacado? Si un pueblo es atacado ¿cuál es su deber? ¿Dejarse masacrar? ¿Dejar de ser? ¿Dejarse matar en paz con armas que él no puede usar? De eso nada, monada”. Como puede verse, Silveira es un hombre de paz.
 
Pero si lo anterior era grave lo peor estaba por venir. Ocurrió el pasado día 8 de diciembre. Soy consciente de que lo que voy a relatar a continuación puede ofender la sensibilidad de los lectores de Libertad Digital. He dudado en hacerlo pero he pensado al final que la opinión pública española debe saber con qué clase de gente pretende el presidente del Gobierno refundar la convivencia en Euzkadi.
 
El Día de la Inmaculada, ojeaba el diario Gara para conocer el parte de guerra de los abertzales, cuando sentí un auténtico latigazo. El tal Silveira publicaba un nuevo artículo titulado: “Me c... en la virgen” (Los puntos suspensivos son míos). Transcribo su primer párrafo: “No sé que día es hoy, ni me importa. Total... No sé por qué no trabajáis hoy, pero tomo nota. Igual... Y tomo también en mis manos, como si de papel higiénico se tratara, el calendario hispano-cristiano y acaricio mi esfínter con él después de haberme c... en la virgen. Pero no confundamos mala educación con necesidades fisiológicas tales como la de c... en la virgen, sea o no lo defecado una inmaculada concepción”.
 
Hasta nueve veces vuelve a utilizar en su artículo el exabrupto blasfemo que le sirve de entrada para condenar al PNV por apalear a la juventud; para reprochar al presidente venezolano Chaves por haberse achantado ante el colonialismo español; para imaginar a De Juana “enchufado a la vida por vía intravenosa”... El final del artículo tampoco tiene desperdicio: “Me c... en la virgen y escupo al aire esperando no salpicar a nadie, aunque, eso sí, salpique a quien salpique”.
 
La progresía española pretende que los cristianos sólo seamos intolerantes con las ofensas que se dirigen contra el Islam y tolerantes cuando son las nuestras las ofendidas. No obstante, conviene recordar que en el Código Penal se tipifican como delito las ofensas a los sentimientos religiosos. No lo digo para excitar el celo del señor fiscal general del Estado, pues ya sé que es muy aficionado a la aplicación del “uso alternativo del Derecho” que permite despojar de fuerza jurídica a preceptos que no estén acordes con los criterios sociales mayoritarios y más aún si se tiene en cuenta la reciente proclamación por el sanedrín socialista del laicismo como nuevo dogma cívico, único capaz de respetar y hacer respetar los derechos y libertades fundamentales. Además, cualquier día el señor fiscal propondrá al Gobierno suprimir el delito de ofensas a los sentimientos católicos por tratarse de un residuo del confesionalismo franquista del Estado.
 
Digo supresión del delito de ofensas a los sentimientos católicos, pues no hay regla sin excepción. Si el artículo se hubiera titulado: “Me c... en Mahoma” entonces el señor fiscal general del Estado habría excitado la acción de los tribunales de Justicia alegando que ofender al Islam es atentar contra la paz y la convivencia democrática.
 
Así que aquí no pasa nada. El señor fiscal general del Estado debió estar de vacaciones cuando este “bertsolari” filoterrorista, al que llaman Xabier Silveira, tuvo enormes ganas de escuchar el estruendo de doscientos kilos de amosal. Ya verán como el día de la Inmaculada el señor fiscal estuvo de puente.
 

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