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Javier Fernández-Lasquetty

¿Esto es un episodio o una mutación?

Me temo que empieza un tiempo bien poco liberal. Veremos hasta dónde llega el daño.

Me temo que empieza un tiempo bien poco liberal. Veremos hasta dónde llega el daño.
Seguidores de Trump celebran la victoria | EFE

La victoria de Donald Trump quizá no sea solo un episodio inesperado y extravagante en la historia de los Estados Unidos. Si lo unimos con otros fenómenos aparecidos en diferentes países tal vez sea que en la derecha política occidental ha aparecido una mutación, y que esa mutación la ha llevado a un terreno en el que no queda nada de liberal.

Cuando hablo de derecha me refiero, simplificadamente, a todo lo que en política se sitúa a la derecha de la izquierda. Y cuando hablo de mutación quiero expresar uno de esos cambios duraderos y tan profundos que transforman la naturaleza de lo que hemos conocido hasta ahora. La victoria de Trump no es el triunfo de una corriente de optimismo fundado en la creencia de que cada persona, libre y responsable de sí misma, es capaz de llegar muy lejos y conseguir con eso que todos vivamos un poco mejor. Eso sería liberal. El triunfo del candidato republicano es el triunfo de la explotación del descontento, de la exacerbación del agravio, de pensar que si a uno le va mal solo puede ser porque otro se aprovecha de él para que le vaya bien. La derecha occidental no había sido nunca así. ¿Lo será a partir de ahora?

En eso que llamamos derecha ha habido varias mutaciones en el último siglo. Hace cien años era pura y simplemente conservadora, defensiva, en realidad atemorizada. A mediados del siglo XX se convirtió en optimista, pero vigilante y de orden; entre la presidencia de Eisenhower (1953) y la de Nixon (1974), la derecha americana y europea aplicaba políticas estatistas pero mantenía a raya al comunismo soviético. Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en Europa lograron en torno a 1980 una genial mutación de la derecha política en sus países y en todo Occidente, a la que refundaron sobre bases esencialmente liberales.

Desde esa fecha hasta ahora lo que no es izquierda ha tenido como plataforma política una concepción de gobierno limitado, de libre mercado, de apertura a la globalización y al comercio, de impuestos bajos y de influencia decreciente del Estado en la economía. Sé que estoy generalizando, pero en los últimos treinta años nadie en la derecha se ha presentado a unas elecciones prometiendo lo contrario. Muchas veces –demasiadas- los dirigentes políticos no socialistas han tomado decisiones diferentes, de subida de impuestos, de incremento de gasto público o de recorte de libertades. Lo hicieron ambos Bush, padre e hijo, en determinados momentos. Lo hizo Cameron. Lo hace Rajoy, desafortunadamente. Pero se veía como una anomalía. Algo que ni siquiera se declaraba públicamente, sino que se trataba más bien de ocultar, o de presentar como algo temporal forzado por las circunstancias. Prevalecía un enfoque sustancialmente liberal, que ha sido capaz de generar la mayor etapa de progreso que ha tenido el mundo en toda su historia.

Ahora las cosas parece que van a ser diferentes. Ahora el partido de Margaret Thatcher lo dirige una mujer llamada Theresa May que proclama como objetivos políticos lo que hasta ahora era la agenda de la izquierda. El partido de Ronald Reagan ha ganado las elecciones prometiendo proteccionismo, antiglobalización y nacionalismo. Se ha dirigido a los electores para ofrecerles convertir en gobierno la queja, el resentimiento y la ira.

Esa explotación del enfado y del odio a la política era la manera de estar de una izquierda decidida a no aceptar jamás la culpa de haber engendrado el comunismo. A la derecha de la izquierda predominaba el optimismo, la confianza en la capacidad de cada persona para dirigir su propia vida sin necesidad de que el gobierno le guíe, siempre que su propiedad sea respetada y no se le haga creer que no es responsable de su propio futuro.

Me temo que empieza un tiempo bien poco liberal. Veremos hasta dónde llega el daño que cause, y veremos si se trata de un episodio momentáneo o de una verdadera mutación.

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