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Javier Rubio Navarro

Dialogar con las pistolas

Se equivocó doblemente Gemma Nierga en su desafortunada morcilla: al introducirla y al decir que Ernest Lluch habría intentado dialogar hasta con los que lo mataron. Lo que realmente ocurrió fue que Lluch murió dialogando con sus asesinos. Nunca sabremos lo que él les dijo, pero sí tenemos absoluta certeza de la respuesta de sus interlocutores: dos tiros en la cabeza.

La televisión nos ha recordado que Lluch lo había intentado en otras ocasiones, como cuando hacía campaña en San Sebastián en favor de Odón Elorza (otro socialista partidario del diálogo). En aquella ocasión, no captó suficientemente los argumentos de sus interlocutores, que probablemente habían hecho una pausa en su adiestramiento criminal para acudir a increparle. El martes le repitieron con más claridad sus argumentos. Toma diálogo. Como ha dicho Savater, ser asesinado quita la vida, pero no da la razón.

Ayer en Barcelona parecía como si los terroristas hubieran dado en la diana tras una larga temporada de asesinatos de "baja intensidad". Hay que entenderlo, se trata de una nueva generación de pistoleros en periodo de aprendizaje. Con Lluch han pasado la revalida.

No cabe duda de la buena intención de quienes ayer pedían diálogo y negociación. El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones. Pero también es seguro que se trata de la respuesta del dolor, del miedo y del cansancio, la única que los asesinos permiten a su interlocutor: que se rinda y ceda al chantaje.