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Javier Rubio Navarro

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LA SEMANA EXTRAORDINARIA FEDERICO JIMENEZ LOSANTOS

Los mártires absentistas

Llevamos ya unas cuantas semanas de guerra o cosa parecida en Afganistán. No es mucho tiempo, desde luego, pero ahora queremos que las guerras sean como retransmisiones olímpicas, con sus cronometrajes de velocidad, entrega de medallas, podios, himnos nacionales, ramos de flores y lagrimitas sobre el fondo de la bandera que sube despacio tras el cogote del triunfador, mientras se repiten sus imágenes de llegada, salto, lanzamiento o gol definitivo, todo en flou. Como a nadie se le ocurrió pensar que la única prueba que realmente se iba disputar en los campos afganos eran los mil kilómetros de huída a campo través, al final, nos hemos quedado sin espectáculo.

Los buenos, discretos

Si esta guerra terminase según las pautas que observa hasta ahora, habrá pavo de Navidad en Kabul y unas niñas afganas monísimas cantarán villancicos en torno a las huríes y fedayines de Ferrari. Desde luego, si los españoles hubiéramos participado en las operaciones militares aunque fuera en segunda fila –la primera estaba reservada para los afganos desde la guerra pasada- nuestra aportación esta prevista: el Gordo habría caído en Kabul. Eso que se han perdido nuestros aliados y que hubieran ganado los mártires del Islam. ¿He dicho mártires? Mucho decir que lo que realmente producía Afganistán eran mártires de Alá y, a la hora de la verdad ...nasti de plasti.

Los norteamericanos han demostrado entender la peculiar idiosincrasia afgana mejor que los rusos, los británicos y casi, casi que Alejandro Magno. Han llegado con sus tropas enfundadas en una “burka” invisible para la televisión, y han echado por delante a sus perros de presa disfrazados de dólares. Los bombardeos han sido efectivos, qué duda cabe. Pero los dólares caninos han ido más allá de lo que preveían los entusiastas. En el sitio de Kandahar (sitio porque estaban allí, no porque sitiadores y sitiados se tirasen a la cabeza otra cosa que suras coránicas y zapatillas nike), la eficacia de los cancerberos de papel fue tal que el Secretario de Defensa de los USA mostró públicamente su desagrado porque los feroces comandantes de la Alianza del Norte pasaban más tiempo “negociando la paz que combatiendo”. ¡A ver! Con el apoyo artillero del Coronel Greenspan batiendo todas las líneas enemigas, ¿para qué sacarse el bandullo a golpes de gumía cuando se puede negociar y desnegociar una derrota que es una victoria y viceversa? El mundo esperando a ver si caía el feudo amurallado de los talibanes y allí no caían ni los precios. La plaza no se conquistaba muerto a muerto sino centavo a centavo. No se recuerda yihad con mayor absentismo de mártires que ésta de Afganistán. Tanto, que uno empieza a pensar que si en España llega a haber dólares en 711, Muza no pasa el Estrecho. Se queda con Tarik y Goytisolo jugándoselos en el Rif.

El mulá tuerto

La única figura que, por el cansancio informativo del benladismo abrumador, ha venido a un primer plano en estas jornadas de sequía martirial es la del Tuerto Omar, jefe de los talibanes y consuegro de Ben Laden. Este tío es tuerto desde que una vez le dio en un ojo una esquirla, en combate contra los soviéticos, y él se arrancó el ojo o lo que le quedase de él y se limpió la sangre de la mano en la pared más próxima. Bueno, pues ese pedazo de pared con el chafarrinón bermejo es venerado como reliquia por los excombatientes de Alá. Si la guerra termina como va, se podrá ver en el Smithsonian el año que viene, previo pago de quince dólares. No habrán dado por él más de sesenta.

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