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Javier Somalo

Ya estamos en la despeñada

Con las mochilas sobrecargadas de fraudes, manipulaciones y mentiras, lo lógico es despeñarse y que la cordada completa caiga al vacío.

Con las mochilas sobrecargadas de fraudes, manipulaciones y mentiras, lo lógico es despeñarse y que la cordada completa caiga al vacío.
Pedro Sánchez, en La Moncloa. | EFE

La derogación o no de la reforma laboral trae muchas miserias consigo. En época de vacas gordas sólo existen empresarios perversos, negreros ávidos de sangre proletaria que viven para hacer imposible una vida laboral digna. Y la corriente mayoritaria de opinión en los principales medios de comunicación secunda la protesta con todo el aparato doctrinario: el despido ha de ser carísimo para el criminal que lo promueve y siempre improcedente, el trabajo temporal es, además, inmoral y si hay demanda es porque el capitalismo la fabrica contra natura.

Pero cuando las vacas empiezan a enseñar las costillas y el espinazo, aparecen empresarios filántropos que no tienen más remedio que despedir, empresarios empáticos con el trabajador que son uno más en la plantilla pero que, con este terrible golpe de la pandemia, no encuentran manera de sobrevivir y, por doloroso que sea, la solución es... Posiblemente esos empresarios estén al frente de los mismos medios de comunicación que, con los prados verdes, ahorcaban en sus portadas a los que decían que un despido caro disuade la contratación y genera paro, dependencia y miseria. ¡Bastardos liberales! Pero ahora resulta que tienen un ERE en el cajón y con la doctrina de bosque de Sherwood que defendían se les cae encima la sede.

Y resulta también que la reforma laboral del PP, que era obra de Mefistófeles, cae como una bendición y ay de quien la toque ahora. Suerte que el monigote de Bildu se puede llevar las críticas. Pero no, no es cosa de Bildu, que hace lo que se espera de la yema política de un grupo terrorista y a nadie sorprende: es cosa del Gobierno y así lo aclara el vicepresidente Pablo Iglesias al decir que "lo firmado es lo pactado".

"Voy a ser cristalino. Se va a derogar íntegramente la reforma laboral. Firmado está. El pacto de ayer con EH Bildu lleva la firma de los tres portavoces de los grupos parlamentarios, luego cada partido puede decir y matizar lo que quiera".

Y entonces el diario El País saca los cañones de Navarone y dispara un editorial que hace añicos la escalinata de La Moncloa. Piden cabezas, por huecas que estén, y parece que la que más desean es una con coleta. Poca broma, según El País:

"Esta vez las cosas han ido demasiado lejos, y la única manera en la que podría contener la hemorragia política provocada por el acuerdo sobre la reforma laboral en un contexto impropio y con un socio inadecuado es depurando responsabilidades. De no hacerlo con urgencia, será el propio presidente Sánchez el que se arriesgue a perder toda cobertura…".

Ojo, que lo de "perder toda cobertura" es como cuando Vito proponía ofertas que no podrías rechazar. Se refiere a cobertura política y, por supuesto, a la mediática, cosa que en el caso de El País siempre ha sido redundante y objeto social. Porque se puede ir un poco lejos pero nunca "demasiado lejos" y los 28.000 muertos –a ver si un día nos enteramos de cuántos son– parecían tolerables y permitían sacudir a Ayuso –y no a Sánchez o a Illa o a Simón o a Iglesias– para intentar el asalto a los cielos políticos de Madrid, joya perdida. Pero la reforma que puede encarecer despidos en estas épocas tan crudas que nos ha tocado vivir… eso no. Eso es hemorrágico. Si lo sabrán.

El PSOE ha conseguido adormecer a la sociedad de tanto mentir y ya no es noticia hacer exactamente lo contrario de lo que se negó. Prueba de ello –una entre cientos– es que Carmen Calvo, unos meses antes de descubrir –"el otro día leyendo"– la línea recta y horizontal dejó escrito esto sobre las líneas rojas:

"No vamos a apoyar a Bildu. Para nosotros eso son líneas rojas y los socialistas, con nuestros defectos y virtudes, somos muy de fiar. Todo el mundo sabe a qué se puede atener con nosotros, cuales son nuestros principios y las líneas que no pasamos".

Cierto, todo el mundo lo sabe. Ya antes se dijo lo de no poder dormir o que Podemos sería un gobierno dentro del gobierno. Y esa capacidad narcótica de este Gobierno es la que le permite salvar una votación in extremis para seguir en la excepcionalidad escudándose en los muertos que al principio no quisieron evitar y después decir que el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, es un patriota fetén que "antepone siempre los intereses de España a cualquier otra cuestión, defendiendo siempre legítimamente los intereses empresariales", en atropelladas palabras de la ministra María Jesús Montero. Ni siquiera contemos con que esta vez Iglesias haga de notario revolucionario y deje en evidencia a su socio. O que sea tan "cristalino" como para dimitir tras su invocación del noble pacta sunt servanda. Si peligra la coleta, desaparecerá estratégicamente unas semanas o se dedicará a cazar fachas, como ya dijo en su día, aprovechando algún escándalo en las calles, debidamente propiciado.

"Desescalar", terminacho inventado por el Gobierno, ha sido toda la vida descender, acción contraria al ascenso que supone escalar y que entraña parecidos riesgos o más. Con las mochilas sobrecargadas de fraudes, manipulaciones y mentiras, lo lógico es despeñarse y que la cordada completa caiga al vacío. Creo que, aunque sea todavía en Fase Cero, es en lo que estamos.

Más allá de contrarreformas laborales fallidas, rentas vitales y agendas ecológicas, el día que se resuma con todos los datos y detalles lo que hizo el gabinete Iglesias-Sánchez frente a la pandemia –no ha de tardar– el Tribunal Supremo tendrá que cerrar por desistimiento o cumplir su labor y procesar a todo un Gobierno en un macrojuicio televisado, a ser posible desde algún recinto de IFEMA.

El sumario ya está escrito con pruebas irrefutables y con clarísimas deducciones de testimonio en vídeo. No fue inepcia, que también acompaña, sino prevaricación con resultado de muertes, experiencia nada nueva cuando el comunismo llega al poder aunque sea como invitado. Porque lo sabían todo hace mucho tiempo, lo ocultaron y por eso murió más gente. Eso sí que fue ir "demasiado lejos" aunque no le importara a muchos medios de comunicación porque no afectaba a sus balances.

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