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Javier Somalo

El único vagón del único culpable

En Libertad Digital, esRadio y Libertad Digital TV, tiraremos del hilo de este vagón todos los días. Pese lo que pese la carga que esconda al otro lado.

Ante el hallazgo de uno de los focos de explosión del 11-M, hay quien se quedará con que, sin una cadena de custodia, no tiene carácter probatorio. ¿Por qué no se preguntan qué maldita cadena de custodia permitió que un vagón entero en el que murieron personas acabe bajo un chamizo y no bajo la lupa policial y científica?

No es el carácter probatorio químico (componentes de explosivos) ni el físico (comportamiento del metal ante la explosión) lo que importa, aunque no haya que descartarlo. Lo que prueba este hallazgo es un delito de ocultación de pruebas. Y ese es un resistente hilo del que se puede tirar porque en el otro extremo está amarrado el "¡Quién ha sido!" que gritaron frente a las sedes del PP, hace ahora ocho años, los mismos –sálvese quien pueda– que mezclarán la protesta laboral con el más vergonzoso homenaje a las víctimas de la masacre. Encontrar al que oculta las pruebas de un asesinato nos lleva a conocer las razones que le empujaron a hacerlo, o sea, la lealtad a la que se debe. Y recordemos que la sentencia de Gómez Bermúdez se firmó reconociendo la incógnita de la autoría intelectual y que el Tribunal Supremo no compró la versión de los autores materiales inmolados en Leganés.

Sólo encerraron a un culpable, Jamal Zougham, porque tres rumanos dijeron haberle visto, por cierto, en el tren de Santa Eugenia, el del foco de marras. Me permito recordar aquella exclusiva del diario El Mundo que desmontaba el circo de los rumanos y desvelaba cómo uno de ellos, una mujer, cambió su declaración un año después del atentado, se le concedió entonces la condición de víctima y se le pagaron 48.000 euros. Fue entonces cuando su versión coincidió con las otras dos.

Y como el único vagón que queda es precisamente en el que dicen que se subió el único culpable, permítanme que les reproduzca cómo habría sido la película de los hechos si hubieran dicho la verdad los testigos. Así me lo contó Luis del Pino:

Zougam tendría que haberse subido con su mochila bomba al tren de Santa Eugenia en la estación de Torrejón de Ardoz, cuando quedaban sólo QUINCE minutos para que la bomba estallara, momento en que le ve el testigo R-10. Luego, habría tenido que recorrer el tren hasta el vagón 6, siendo visto por las otras dos testigos entrando a ese vagón. En ese momento, sigue llevando a cuestas la bomba, porque las rumanas declaran que le ven con la mochila al hombro. Posteriormente, tendría que haber vuelto sobre sus pasos hasta el vagón 4 sin que le vieran de nuevo las dos amigas rumanas, y tendría que haber depositado su artefacto en ese vagón 4 (que fue el único que estalló en el tren de Santa Eugenia), cuando sólo quedaban CINCO minutos para que estallara, antes de bajarse en la estación de Vicálvaro.

En este grupo –el periódico, la radio y la tele–,  tiraremos del hilo de este vagón todos los días. Pese lo que pese la carga que esconda al otro lado. Y lo haremos ofreciendo todas las noticias fruto de nuestra investigación y aquellas, veraces y contrastadas, que elaboren otros medios de comunicación.  Como siempre. Vendrán tiempos difíciles, intoxicaciones, obstáculos y críticas. También como siempre.

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