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Javier Somalo

El zombi de Bambi

ERC es ahora el atentado de Barajas convertido en "accidente" por Zapatero porque así se había pactado. Pacto de términos, pacto de gestos. Rendición.

ERC es ahora el atentado de Barajas convertido en "accidente" por Zapatero porque así se había pactado. Pacto de términos, pacto de gestos. Rendición.
José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez | EFE

Nada de lo que está sucediendo suena a nuevo. Todo se ve igual y huele igual que algo que ya hemos vivido, más bien padecido. Y cuando nos asalta esa extraña y desagradable sensación de estar pateando una y otra vez el mismo camino, de llevar demasiado tiempo andando en círculo sin llegar a sitio alguno, nos topamos, una vez más, con él: el bucle, la marmota, el tormento de Sísifo… Zapatero, el peor episodio de la democracia.

Dice Josep Borrell que "ERC está en las antípodas de una posición progresista". Pues no es así. En las antípodas del progresismo –según proclaman sus líderes– está Vox y no pone en peligro la democracia aunque sea el enemigo de moda y la coartada perfecta. El problema es que ERC está en las antípodas de la legalidad, de la Constitución, en las antípodas de la democracia y de España. Porque un golpe de Estado a una democracia es la negación del orden y la ley, de la política y del Estado. Pero eso no lo quiere decir el bueno de Borrell porque para él, "Cataluña… is a nation, of course", como le dijo, temeroso, a la excelsa y siempre antiespañola BBC, la tele de los documentales chulos que llama "activistas vascos" a los etarras y acusa de torturas sistemáticas a la Guardia Civil. También está en la antípoda progresista el separatismo catalán, católico y de derechas, que prestaba su apoyo a gobiernos del PP y el PSOE desde Cataluña y el País Vasco. Y no es ese el problema aunque Borrell pretenda deslizar con su frase que lo único democrático es lo progresista.

De poco sirven también las advertencias de Felipe González o Alfonso Guerra porque nunca podrán presumir de haberlo advertido antes. En parte de la izquierda, la jubilación siempre busca la absolución. Bien es cierto que otros socialistas como Nicolás Redondo Terreros despertaron en el ejercicio de sus funciones y trataron de impedir la infamia que hoy tienen derecho a denunciar con la cabeza alta. ¿Qué les sucedió? Que los conversos sobrevenidos les cortaron la cabeza y votaron por el Estatuto de Cataluña que el insigne Zapatero colocó en los cimientos de España con mecha larga. Cuando los viejos socialistas que ven con vértigo el negro destino común reconozcan sus culpas, se escuchará más clara su voz.

Más acertada que Borrell, sin saberlo, ha estado Carmen Calvo al calificar a ERC como "la otra izquierda histórica". Desde luego que lo es. Y allí estaba en 1934, al lado del PSOE, dando un golpe de Estado contra la República y proclamando de paso el estat català. Siempre juntos en los momentos convulsos que ellos mismos provocan. Como cuando, en pleno conchabeo de Zapatero con ETA, ERC se ocupó de que no hubiera muertos en Cataluña. Se encargó personalmente de ello Josep Lluis Carod Rovira, amiguete de Pasqual Maragall, en un pacto sellado con la banda terrorista en Perpiñán adonde viajo en coche oficial de la Generalidad. Nadie pagó penalmente por ello. Es "la otra izquierda histórica", claro que sí.

Pero Carmen Calvo, buena alumna de Zapatero, no sacó a su izquierda golpista para hacer un ejercicio de justicia histórica sino para presentarla en sociedad, con la cara lavada, como aval de un nuevo gobierno. Ya no hay un "problema de convivencia" en Cataluña sino un "conflicto político". Así que ERC es ahora el atentado de Barajas convertido en "accidente" por Zapatero porque así se había pactado. Pacto de términos, pacto de gestos. Rendición. No había que detener etarras mientras se negociara y si, por un despiste de algún guardia civil, se cometía un error, había un teléfono rojo –el etarra Yurrebaso lo llevaba apuntado– para aclarar las cosas. Si el plan funcionó entonces, ¿por qué no ahora si, además, ya no hay manifestaciones masivas en contra?

Y quedaba Bambi por hablar para recordarnos que nada de lo que denunciamos fue una "ensoñación" como la que vio el juez Luciano Varela en el golpe de Estado del 1 de octubre. En Antena 3, Zapatero ayudó esta semana a recobrar la memoria a los que recuerdan más de Franco que de ETA reviviendo su estrecha relación con Otegi, un etarra recién salido de prisión, que ahora puede ayudar a Pedro Sánchez, el zombi de Bambi, a formar gobierno con los asesores de Hugo Chávez si el partido golpista de Junqueras y sus escamots se avienen a un pacto. Eso sí, a ser posible, antes de Navidad para que en Nochebuena el Rey pueda pronunciar un discurso tranquilo que no se emitirá, como es tradición, en las teles públicas vascas y catalanas.

Zapatero habló maravillas del "hombre de paz". Dice que cuando negociaron charlaban "de los orígenes de ETA y su trayectoria" y que él le recordó al etarra que "todavía tenían que sentirse mucho más cerca del dolor de las víctimas" cuando lo más cerca que está un verdugo de su víctima es a cañón tocante, como cayeron tantos.

Le faltó enseñar fotos con Arnaldo merendando, con Arnaldo en bicicleta, con Arnaldo viendo el amanecer, aquí otra dando de comer a las truchas, esta otra cuando casi matan a Gabi Cisneros… mira, aquí fue cuando me dijo lo que significaba para él la paz. ¡Qué tiempos!

Así que el ex presidente concluye que, aunque en la caverna nos neguemos a verlo, todos los españoles están "satisfechos de verlos -a los etarras- en las instituciones" en vez de en la cárcel de por vida por haber asesinado a políticos, militares, policías, guardias civiles, ertzainas, padres, madres y niños. Mucho mejor con cartera y acta que con pistola y amonal, dónde va a parar. Otegi, en suma, marcó la vida política de Zapatero: "Es un hecho objetivo que fue un político decisivo", zanjó en la entrevista.

También dijo, sin lugar a dudas, que "no está juego la unidad de España". Si lo sabrá él, que no le importa un bledo porque la nación es un término "discutido y discutible". De ahí, y de la pasividad anterior e intermedia con mayorías absolutas del PP, viene todo. Y Pedro Sánchez está decidido a culminar la infamia. De momento, es Otegi el que negocia los presupuestos navarros –él entenderá, por supuesto, que lo son ya de Euskal Herria– con la socialista María Chivite.

"No iremos a una investidura fallida", ha dicho este viernes la ministra portavoz Isabel Celaá después de calificar la Cumbre del Clima que organiza España como "catalizador de adrenalina positiva". No sé qué frase es peor porque las dos son de Celaá. El caso es que, aunque "trabajamos para tener un gobierno antes de Navidad", si la cosa se atascara habrá que esperar a enero para que una eventual repetición electoral, como ha explicado Ketty Garat, no nos pille en Semana Santa. Parece como si las efemérides católicas persiguieran a la ministra. En todo caso, a lo que vamos directos es a un Estado fallido que empezó a construir un político llamado José Luis Rodríguez Zapatero y que ahora quiere culminar Pedro Sánchez.

Y todo esto sucede mientras la derecha formada por tres siglas en continuo movimiento de vasos comunicantes espera un desenlace que puede dejarla en dique seco varios trienios. ¿A qué esperan? ¿A cobrarlos?

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