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Javier Somalo

#LosMierdasTambiénVotan

Y al final resulta que #LosMierdasTambiénVotan después de esa manifestación de Colón que era un fracaso lleno de fachas, de esos que no saben ni hacer negocios en gasolineras.

La historia del presidente más efímero de la Democracia española es breve, sencilla y dramática: con menos de la mitad de los votos que marcan la mayoría absoluta abrió las puertas de La Moncloa como el que estrena apartamento en la playa. Ni dos PSOE le habrían bastado para llegar por sí mismo al poder pero al fin podía decir, una y otra vez, "yo soy presidente". Hizo campaña por España con la mayor bandera jamás exhibida pero llegó al Gobierno con los votos de quienes suelen quemarla o moquearla: separatistas levantados en un golpe de Estado, nacionalistas siempre en vías de levantamiento, proetarras orgullosos de su estirpe y populistas de extrema izquierda amamantados por Hugo Chávez. No hay un ápice de exageración por muy "trifálico" que parezca el retrato. Entre todos, y gracias a la soberbia egoísta del presidente Rajoy, auparon a la presidencia del Gobierno a un político sin capacidad alguna para serlo.

Justificó la moción de censura en la sentencia del caso Gurtel y desenvainó su vara de medir la dignidad política. Nadie, ni el mismo doctor, daba la talla en su Gobierno, pero siguió midiendo al prójimo sin sonrojarse. Y no, no pasó nada.

Era entonces cuando se discutía si una destitución debía llegar en el momento del procesamiento o si bastaría con aparecer imputado o si la mera sospecha era ya razón de sobra para cercenar una carrera política. Sánchez ya había optado por esta última posibilidad antes de convertirse en presidente. Cayeron Màxim Huerta y Carmen Montón pero el vergonzoso plagio doctoral derogó de inmediato la medida en homenaje a George Orwell. Siendo grave, nadie reparó en que, además del astronauta y de Dolores Delgado, había muchas otras razones para que la Ética del Doctor Sánchez hubiera significado un sangriento harakiri: entre sus socios había prófugos, presidiarios y simpatizantes de una banda terrorista. Será que no se halló ningún currículum inflado artificialmente. Eran todos auténticos y con referencias contrastables.

Desaparecido ante la prensa, ante la sociedad, empeñado en parecer presidente y no accidente, refugiado en el Valle de los Caídos para seguir en el Palacio de La Moncloa y resuelto a avivar la lucha de sexos a falta de la de clases, Pedro Sánchez ha sido un meme de mal gusto, una grosería de la Historia de España y, sobre todo, una traición. Puso precio al golpe de Estado de la Generalidad de Cataluña. Si no se pagó es porque Sánchez ya era un pato cojo.

Nueve meses de vértigo que acaban en Colón

Pero a la breve historia de Sánchez no podemos negarle intensidad. Durante su mandato cambió el liderazgo del principal partido de la oposición en la figura de Pablo Casado, surgió de la nada Santiago Abacal dando el campanazo con VOX en Andalucía, empezó a buscar su sitio Albert Rivera afrancesando su ímpetu original y comenzó a romperse Podemos, el que dormía en tienda de campaña y despertó en chalé de verdes praderas. No es moco de pavo. Casi podría decirse que, en realidad, la de Sánchez ha sido la legislatura del cambio.

Y al final resulta que #LosMierdasTambiénVotan después de esa manifestación de Colón que era un fracaso lleno de fachas, de esos que no saben ni hacer negocios en gasolineras. Una manifestación en la que la ministra de Justicia, Dolores Delgado, sólo acertó a ver –aunque sea más bien cosa de olfato– "mucha testosterona" y hasta tres falos bajo el gran mástil de la plaza. No sabría yo calificar entonces aquella otra mítica quedada de la ministra con Baltasar Garzón y los comisarios José Villarejo, Enrique García Castaño y Miguel Ángel Fernández Chico para charlar del "maricón", de puticlubs, de "informaciones vaginales" y de jueces encamados con menores colombianos y colombianas. Faltaba Torrente, que se habría ruborizado. #YouToo, ministra.

Pero más allá de fantasías tabernarias, lo cierto es que los chicos de Colón –tranquila, ministra– van a poner a prueba el cambio andaluz –si es que llega de verdad– sin anestesia. Sabremos qué están dispuestos a pactar en España (28 de abril) antes que en las comunidades y ayuntamientos (26 de mayo). De hecho, es muy posible que cuando nos llamen al voto regional y local aún no sepamos quién gobierna España. Una de las claves estará en la capacidad que tenga Albert Rivera para entender una alternativa real al socialismo español del siglo XXI, inconcebible sin la compañía de los peores enemigos de la democracia, como bien sabe. Este mismo viernes ha hecho amagos de aflojar su cordón sanitario hacia VOX pero cada día tiene su afán, su twitter y su complejo. Todos tendrán que sopesar si son más importantes ellos o el país que pretenden gobernar. Lo único seguro es que Pablo Iglesias le dirá a Irene Montero que le diga al PSOE que puede contar con ellos, con permiso de Íñigo Errejón. Escribí hace unas semanas que Andalucía era víspera de España y así parece que va a suceder.

Bochornoso final de Pedro el franco

La despedida de Pedro tenía que ser tan bochornosa como su llegada. Y no ha defraudado. Pese a estar desaparecido la mayor parte de la legislatura en el Falcon, no ha dudado en convertir el atril del Gobierno en su primer escenario de campaña electoral. Ketty Garat ya nos había adelantado lo que iba a anunciar pero el presidente quería eternizar su primer espacio gratuito de campaña –es un decir, porque nos fríen a impuestos–, preludio de lo que será este Gobierno hasta que se disuelvan las Cortes. Para más inri, desde Monclolliwood nos enviaban un vídeo del Consejo de Ministros en el que los susodichos recibían a Pedro en supuesta intimidad y entre inmerecidos aplausos. Insuperable. Hemos visto la expresividad de sus manos, a la perrita Turca en la escalinata presidencial, sus viajes en nuestro avión con gafas de piloto, y hasta sus paseos por la nieve de Davos haciendo una llamada perdida y cobarde a Guaidó desde el teléfono rojo. Todo ha sido una fachada de cartón piedra, todo ha sido mentira: el sueño cumplido de un niño mimado, pesadilla para el resto.

Aún nos quedan por sufrir algunas semanas de bochorno, los minutos basura. Y Pedro ha sido franco: arrancará campaña oficial en el Valle de los Caídos y en Semana Santa, tratando de convencer a los más jóvenes de que aún se puede derrocar al dictador desde el granito de El Escorial. Después de nueve meses de gobierno y cuarenta años de ausencia, resulta que el PSOE ha parido a Franco. Nos dirá también que jamás cedió al chantaje separatista cuando ha sido parte consustancial del golpe que ya está en el estrado judicial. Y hasta nos recordará mil veces más –las que sean necesarias hasta que él mismo lo crea– que su llegada al poder fue legítima.

La ministra de Industria, María Reyes Maroto –sí, existió– se ha despedido diciendo en Twitter: "Orgullosa de pertenecer a un gobierno que a trabajado [sic] para mejorar la vida de los españoles". Enorme epitafio, a la altura de las circunstancias. Me quedo con que al fin votamos. Con uve o con be, con hache o sin ella. Hasta los mierdas de Colón van a hacerlo.

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