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Javier Somalo

Pedro sonríe, Pablo gruñe

Sánchez podría hacer una entrada triunfal en el homenaje que se ha preparado para sí mismo en formato de funeral para la mitad de los muertos por la pandemia.

¡A disfrutar de las terrazas!, dice el presidente Sánchez. Ya lo dijo Zapatero en la crisis de 2008: ¡A consumir! Y así reactivan la economía los socialistas. Como Fidel Castro cuando presumía de que ningún cubano se acostaba sin cenar porque si aparecía alguno era tan fácil como ordenarle que no se acostara para guardar la norma y salvar la revolución. Era un chiste, pero no le faltaba dramatismo.

Con más impuestos, con más paro, con los ERTE convertidos casi en fraude y probablemente con un familiar en la lista de caídos anónimos de la pandemia –que son la mitad–, el presidente nos manda ¡a las terrazas!, sin miedo. Sin facilidades para los negocios, sin medidas valientes de exención fiscal y con el riesgo siempre en la mochila ajena. Ya llegarán luego algunas subvenciones selectivas. Es la dependencia, no me refiero a la Ley que debería proteger a personas que requieren ayuda sino a la forma de gobernar que genera necesidad, la que marca casi siempre las políticas de izquierdas. Se crea la necesidad y ni siquiera se ofrece el remedio, sólo una dependencia inhabilitante. Pero, qué duda cabe, a Pedro Sánchez se le ve feliz, como si durmiera mejor.

Apareció el presidente en la entrevista con Antonio Ferreras en La Sexta seguro de sí mismo, casi tan jovial como el doctor motero, estrenando corte de pelo y moviéndose en el sillón con la soltura del anfitrión que recibe visita anunciada. Con las gafas Falcon y la moto prestada de Simón, Sánchez podría hacer una entrada triunfal en el homenaje que se ha preparado para sí mismo en formato de funeral para la mitad de los muertos por la pandemia.

¿Y qué hay de lo de Iglesias, sus chicas y los fiscales? "La oposición –respondió el presidente a Ferreras– ve conspiraciones en todos lados. Este es un Gobierno que, a diferencia de otros, sí respeta la independencia del poder judicial". Por eso el presidente le espetó a un periodista de TVE, con esos aires de superioridad tan habituales como infundados: "¿Y la Fiscalía General de quién depende?". El alumno, reprendido, contestó: "…del Gobierno", casi como si recitara el dogma. "Pues eso", zanjó el padrino. También por eso nombró para ese puesto a una ministra que se calzó las puñetas generales casi sin soltar la cartera.

Y precisamente esa fiscal-ministra-fiscal general, Dolores Delgado, es la que nos permite enlazar una y otra vez con el caso de los "líos" del vicepresidente Pablo Iglesias. Porque de su tabernaria conversación con Villarejo surgió lo que tanto escandaliza: los burdeles-francos para obtener "información vaginal", expresión aplaudida y hasta avalada por la entonces fiscal, luego ministra y ahora jefa de los fiscales: "Éxito asegurado", dijo de la torrentiana red del comisario. Si existe esa "policía patriótica" al servicio del PP que denuncia Iglesias cuando le conviene, desde luego Dolores Delgado militaba o se llevaba de perlas con ella, cosa curiosa. ¿De quién son las cloacas? No será sospechoso este medio de villarejista pero la excusa, ganada a pulso por el comisario, no lo explica todo, ni mucho menos.

Sin embargo, en La Moncloa el asunto aparece oficialmente como finiquitado. El gobierno no va a representar a Iglesias en este lío aunque, según Sánchez, la coalición está "soldada y más fuerte que nunca". Ya, ya… Por la parte podemita de la alianza, si alguna amenaza seria acechara al vicepresidente se desplegará de inmediato –ya lo ha hecho– el escudo antimisiles del falso feminismo. Contar una historia que tiene todos los ingredientes machistas posibles… es machista y, por si eso no sirve, Iglesias ya se ha defendido con un conato de ataque, vulgo farol, proponiendo una comisión de investigación sobre el caso Dina que pase por las presuntas cloacas del PP y que llame a declarar en sede parlamentaria a Soraya Sáenz de Santamaría, Zoido, Jorge Fernández Díaz, Rajoy y "tipejos" o "gentuza" –textual reiterado del vicepresidente– como Eduardo Inda. Sucedió esta semana en una entrevista en RNE realizada por el periodista Íñigo Alfonso:

–Pregunta: "Pero ya hubo una comisión sobre la policía patriótica".

–Iglesias: "Volvamos a hacerla… pero que venga Soraya Sáenz de Santamaría a explicar si daba las órdenes a la policía patriótica…".

–Pregunta: "¿Usted cree que sí?".

–Respuesta: "Bueno… esto es lo se está diciendo y ante una acusación así, que dé la cara".

–Pregunta: "¿Pero usted va a comparecer más allá de esa comisión? Porque se lo están pidiendo en una comisión ordinaria…".

–Iglesias: "Hagamos una comisión en la que todos puedan preguntar. Se lo pongo fácil. Yo sé que a la derecha y la ultraderecha no le va a interesar hablar de Villarejo, de Eduardo Inda, de Soraya, de Fuentes Gago, de Eugenio Pino… van a querer defender la estructura de cloacas y preguntar lo que les dé la gana. Muy bien, ustedes pregunten lo que quieran pero que comparezca todo aquel que tenga algo que ver con esto (…) y yo encantado de ir a responder".

Pues nada de nada. O todos o ninguno. Por cierto, ¿le interesará al PSOE que se hable de la Fiscal General del Estado y ex ministra?, añado yo. Bien sabe Iglesias que lo mejor para ocultar un caso chusco es crear una comisión parlamentaria de investigación.

La entrevista en RNE deja clara otra gran cobardía de Iglesias: la colectivización de la culpa, lo llamaría él. El partido es el partido. Dice Iglesias que el contenido de la tarjeta telefónica de Dina Bousselham "se publica para perjudicar a Unidas Podemos y –exclama– ¿ahora tenemos que ser nosotros los acusados?". Cuando el entrevistador le pregunta por la retirada de la condición de perjudicado dictada por el juez, Iglesias vuelve a reconstruir su versión de la historia y, de nuevo se queja: "¿Cómo que no somos perjudicados?". Pero nadie hablaba en plural. Sólo él. Bien es verdad que las presuntas operaciones previas contra el abogado de Podemos son una trama colectiva que incluyó acusaciones de acoso sexual pero el caso Dina es el caso Iglesias. O mejor: el "caso vicepresidente Iglesias" y luego ya vendrán responsabilidades derivadas, complicidades y otras hierbas.

Llegó el momento en el que Íñigo Alfonso le pregunta por la posibilidad de que la propia Dina filtrara contenidos del teléfono –hizo capturas de pantalla para reenviar– a la luz de las contradicciones mostradas ante el juez. La respuesta del vicepresidente: "¿A usted le parece decente plantear esa hipótesis?". Lo cierto es que las preguntas del periodista eran las mismas que todos nos hacemos, la mismas que le tendría que hacer el juez. Y cuando el periodista le interroga sobre quién daña la tarjeta SIM, Iglesias ya no es Iglesias sino un tipo atrapado en una red de mil mentiras que sólo encuentra escapatoria en la supuesta protección de Dinia, "mujer de veintipico años", que no puede soportar "más presión". The Equalizer-Iglesias sólo acierta a decir, de forma casi inconexa, "Villarejo"… "Eduardo Inda"… "tipejos"… "cloacas"…

Pero ¡ea!, hasta aquí las penas. El argumento gubernamental de la semana es que todo va bien, que el presidente Sánchez no es Pablo Iglesias y que hay que enviar un mensaje televisivo tan claro como ilegal en plenas elecciones vascas y gallegas. El incisivo Ferreras se encoge, se arruga, se aviene y le saca brillo al aliño. ¿Será que Pedro está feliz porque Pablo está al borde del precipicio? Pedro sonríe, Pablo gruñe. ¿Es el principio del fin del insomnio presidencial?

Lo peor es que podría ser verdad. Si dedican portadas de estilo y hasta calles a un motero sonriente que confundió a la sociedad con sus pésimos consejos y que pasó de no recomendar mascarillas a distinguir entre las que son solidarias y las que son egoístas, todo es posible. El presidente se inventa felicitaciones foráneas y considera zanjado el asuntillo ese de las cifras de muertos. El socio de gobierno, el famoso "escollo", está acorralado y ya se puede conciliar el sueño de aquí a la eternidad. A las terrazas, sin miedo.

Nosotros seguiremos contando las cosas que sucedan aunque por desvelar el recalcitrante machismo del poder pseudofeminista nos llamen machistas. Pero es deber de la oposición impedir que Sánchez crea que puede dormir tranquilo.

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