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Javier Somalo

¿Cayetana Díaz Ayuso?

A Isabel Díaz Ayuso le sienta bien el liderazgo y eso no lo va a estropear Pablo Casado por más que se empeñen él o García Egea, juntos o por separado.

A Isabel Díaz Ayuso le sienta bien el liderazgo y eso no lo va a estropear Pablo Casado por más que se empeñen él o García Egea, juntos o por separado.
Teodoro García Egea e Isabel Díaz Ayuso. | EFE

Ya está aquí la habitual e inexplicable guerra pepera por el liderazgo del partido en Madrid. Y no, no aprenden. En la derecha es una manía endémica poner la zancadilla al que va bien, al que tiene posibilidades contra la izquierda sin pedirle perdón. No es cosa de Génova 13, es un miedo ancestral a la crítica de la izquierda que se repite en la historia de España. Tampoco es cosa solo del PP: el problema de la derecha siempre fue su división, su indecisión o el archiconocido y letal "fuego amigo".

A Isabel Díaz Ayuso le sienta bien el liderazgo y eso no lo va a estropear Pablo Casado por más que se empeñen él o Teodoro, juntos o por separado. Esta podría ser la premisa de la que partir si no fuera porque hay un empeño numantino en que la cosa acabe de verdad estropeándose. ¿Por qué?

Porque dicen que no se puede alojar en la misma cabeza el poder institucional y el orgánico. O sea que nadie en el PP debería ser presidente del gobierno y del partido, como lo han sido Aznar y Rajoy… o presidente autonómico y secretario general, como fue Cospedal, o presidente autonómico y del partido, como lo son Alberto Núñez Feijóo y Juanma Moreno Bonilla y hasta Fernando López Miras, murciano como el murciano mayor de Génova.

Dicen también que cuando Esperanza Aguirre lo consiguió, tras la guerra sin cuartel contra Gallardón, Rajoy las pasó canutas y eso no puede ser. Entonces ¿cuál es el problema de verdad? ¿Que Ayuso quisiera ser presidenta del Gobierno? ¿Ha dicho eso alguna vez? ¿Quería acaso Cayetana ser algo más que portavoz parlamentaria, que fue para lo que la llamaron? Miedo.

Cuando Ayuso ganó en Madrid, costaba decir que había ganado el PP. Fue Ayuso. Algo parecido sucede en Galicia: gana Núñez Feijóo. Las siglas salen volando, se las lleva el charrán que hay encima de ellas y se queda el nombre propio. Y le votan. Y sale. Son las personas, ¡el individuo!, antes que el partido, la peor pesadilla para un secretario general aunque lo sea de un partido que se dice liberal.

Teodoro y Pablo. Pablo y Teodoro

Dicen que Teodoro García Egea, que abona con mimo su fama de controlador, le habría leído la cartilla a Miguel Ángel Rodríguez, experto y veterano jefe de bambalinas populares. Teodoro, que tenía 11 años cuando Aznar llegó al poder, no va a consentir, según se comenta, que el que fuera secretario de Estado de Comunicación de Aznar ose enfrentar a Casado con Ayuso o viceversa. Así que, en caso de que fuera cierto, la solución es atacar al equipo de Ayuso para que quede claro quién lidera la manada, que no sería Casado sino él mismo y sin apellidarse Álvarez Cascos.

En medio de la innecesaria y contraproducente polémica, el diario El País ha salido a ayudar a Teodoro mintiendo sobre las antiguas funciones de Ayuso en un reportaje sobre la corrupción del PP de Madrid en el que también aparece Lucía Figar, que no cometió delito alguno y a la que siempre han tenido envidia cierta, y seguro que bien fundada. Que El País está en contra de Ayuso lo atestiguan decenas de revistas de prensa de Pilar Díez en estas páginas. Es un hecho científico. Pero que la buena de Pepa se ponga casi al servicio de Génova 13 o de la parte teodorina del partido es más de lo que se podía imaginar. La semana que viene va a ser divertida en la prensa y puede empezar a dar pistas.

La personalidad y la formación de equipos

En cuestión de personalidades, Teodoro pertenece al grupo de los que se consideran polifacéticos de alto nivel. Judo, esquí, triatlón, natación, guitarra, aceituna… En su entorno, con sus amigos, quizá consiga ser el centro del corro. Fuera, salvo en lo de escupir huesos de oliva, hay más competencia o, directamente, miles de personas que lo hacen igual o mejor. Pero él no lo ve. Y sigue presumiendo como si toda España fuera ese corro de admiradores de la playa.

Lo que sí parece que cultiva con bastante más pericia es la negociación cruzada, la que requiere de varios ases bajo la manga para soltarlos según vaya la partida. Algo se vio en los acontecimientos que desencadenaron el adelanto electoral en Madrid y no falta quien cree que ese puede ser su talón de Aquiles en el enfrentamiento con Ayuso o, al menos, con su equipo más próximo, MAR incluido. Demasiado riesgo.

Casado no necesitaba a Teodoro porque cuando Casado empezó a ganarse a los votantes, Teodoro era un perfecto desconocido. Y al final se rodearon de lo mismo, no de talento, sino de desconocidos. Para los demás, claro.

Las Nuevas Generaciones pueden ser el paso primero para entrar en la política —yo, con todos los respetos, lo dudo mucho—, pero es que algunos pretenden llegar al Gobierno desde ahí. Sin maletas, sin heridas. Y ese ha sido el esquema de formación de equipos de García Egea: el nuevageneracionismo. De ahí sale lo que él considera una estructura sólida de partido, lo que él sabía controlar y cree que puede proyectar hacia el poder.

Yo creo que si el interés por la política se despierta a edad temprana, pues a edad temprana habrá que intentar llegar a algo o fracasar, siempre de forma individual. Pero madurar a jóvenes políticos en cubetas y engendrar clones no es lo más apropiado para el mundo (combativo) de las ideas que se requiere hoy. Y todavía más peligroso es que con esos clones formen una tribu hermética que pretenda gobernar... sin posibilidades.

Pablo Casado había empezado a forjarse una personalidad propia desde mucho antes de las primarias que disputó a Soraya Sáenz de Santamaría y a Dolores de Cospedal. Lo que provocó su entrevista con Federico Jiménez Losantos en esta casa el 28 de junio de 2018 es de sobra conocido y no es de ninguna manera exagerado decir que aquella mañana radiofónica le acercó mucho a la victoria que finalmente consiguió. Incluso algunos políticos del PP que no veían en Casado la solidez necesaria reconocieron ese día, y soy testigo directo de ello, a un posible líder para el partido que había muerto de sueño con Mariano Rajoy. ¿Qué puede haber pasado después para que casi todo se tuerza y que el Casado de hoy no se parezca en nada al que asomó por entonces?

Hay una brecha enorme. Es intencionadamente generacional, de ideas, de personalidad y de política. Lo llamarán "sensibilidades" pero ¿cuántos partidos hay dentro del PP? Resulta que los que cuchicheaban cuando Rajoy dormitaba en la planta séptima no tenían nada que ofrecer a cambio más que mucha juventud y mucha amistad entre sí. Bueno, y poner a Cayetana Álvarez de Toledo para defenestrarla justo cuando ya tenía a la izquierda contra las cuerdas, que era lo que se perseguía.

Eso y agriar después muchísimo más el discurso parlamentario para arrojárselo, no a Pablo Iglesias ni a la izquierda sino a Santiago Abascal. Porque fue mucho más cruel y amargo el discurso de Casado contra Abascal que el de Cayetana contra Iglesias. ¿Tuvo la culpa Casado o fue, en realidad, Teodoro? Qué más da. Fueron ellos. Cualquiera de los dos podría, de hecho, asesinar al otro mientras Sánchez, o quien sea, hunde lo que queda de lo que quedaba de España.

Dicen, por último, que el problema es que el atrevimiento de Ayuso conseguirá aguar la fiesta de la Convención Nacional del PP, que lleva más de cuatro meses preparándose, porque insiste en reclamar que se celebre cuanto antes el congreso del partido en Madrid, atrayendo así toda la atención.

No sé por qué una Convención nacional y un Congreso regional han de chocar. No sé por qué no se presume en esa Convención de una figura ganadora, popular y eficiente como la de Ayuso y de un equipo de gobierno como el de Madrid. La Convención, que se celebrará en Valencia (peligro) los próximos 2 y 3 de octubre, quiere ser una puesta de largo ideológica de la era Casado. Hablarán de la nación, la libertad, la propiedad privada, la seguridad… los conceptos de siempre que no requieren convención sino convencimiento. ¡Una convención es lo que necesitaría el PSOE si decidiera hacerse liberal y eliminar impuestos! Para salir del marxismo, González necesitó Suresnes pero para seguir en él no han requerido después de mucha tramoya.

Por resumir peligros venideros: ¿está intentando García Egea hacer con Ayuso como hizo con Cayetana, o sea, quitarla de en medio por su valía, en su apogeo? Con el debido respeto a los apellidos y a lo que representan, ¿quiere convertirla en Cayetana Díaz Ayuso? La presidenta madrileña es cargo electo y no está sujeta a defenestraciones arbitrarias pero que el suelo de Sol está minado de tanta filtración es tan cierto como sorprendente.

Esto sólo tiene una solución y lo saben con o sin Convención: la salida del actual secretario general. En mi opinión, se producirá más pronto que tarde y será el propio Casado, que ahora pide silencio, el que tendrá que forzarla con mil excusas si acaso tiene previsto ser parte de lo que Isabel Díaz Ayuso y su equipo suponen en el electorado de centro derecha.

Tendremos más bien un Teodoro Álvarez de Toledo. Y así Cayetana, la de verdad, podrá estar también en el equipo de Isabel o de nuevo en el Congreso o donde le plazca para que tengamos el placer de comparar.

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