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Javier Somalo

¡Qué miedo da el domingo!

Si hubiera un software de traducción Calvo-Español, la cosa quedaría así: no vayan a la manifestación, ya no hace falta porque hemos roto.

Si hubiera un software de traducción Calvo-Español, la cosa quedaría así: no vayan a la manifestación, ya no hace falta porque hemos roto.
Carmen Calvo, en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros. | EFE

La rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros de este viernes se mereció un Goya al mejor corto –en cuanto a talla intelectual– de ficción. Había apuestas sobre quién comparecería y lo cierto es que Isabel Celaá cotizaba muy a la baja.

Al final, pasados muchos más minutos de lo habitual, se abrió el telón y aparecieron Calvo, Calviño y el astronauta que acaba de llegar de la Antártida donde por lo visto, según cuenta él mismo, los pingüinos le seguían como para denunciar algo. La costumbre marca que salgan tres ministros, qué se le va a hacer. Lo único claro es que la consigna gubernamental era estropear el temido domingo de protesta y dejar a "las derechas" sin razones para tomar la calle. ¿Cómo? Como sólo Carmen Calvo sabe hacer: cantinfleando. Si seguir las argumentaciones de Isabel Celaá cada viernes ya requiere gran presencia de ánimo, entender a la vicepresidenta merece condecoración pensionada. Y es que la sintaxis siempre persigue a Calvo pero Calvo es mucho más rápida. Jamás se encontrarán. Y ella se sorprende de que, en realidad, nadie la entiende por obvios que sean sus razonamientos. Ahí está, por ejemplo, ese documento con las ofertas remitidas a Torra que ella misma repartió el viernes entre los periodistas. Un documento en el que se habla de cosas que sólo Calvo puede entender. Leo: "Formarán parte de la Mesa dos representantes con capacidad de decisión en los dos ámbitos territoriales (estatal y catalán)…". ¿Cuál es el "ámbito territorial estatal"? De existir, ¿es distinto al catalán? Mal asunto. Pero no conviene darle muchas vueltas al escrito porque puede surgir la tentación de comprenderlo y les aseguro que es una esperanza vana, casi tanto como hilar con ideas las palabras sueltas de Calvo.

Sin embargo, por mal que lo quieran explicar hay cosas que están muy claras: a estas alturas del golpe no se puede simular un intento de sofocarlo proponiendo un "diagnóstico del conflicto". De haberlo, es éste: Sánchez llegó a La Moncloa sin pasar por las urnas, aupado por unos golpistas que ahora necesita para seguir en La Moncloa. Ya está. Pero el Gobierno, escondido detrás de la portavoz encriptada, pretendió que nos creyéramos que rompía relaciones con los malos. Si hubiera un software de traducción Calvo-Español, la cosa quedaría más o menos así: No me vayan a ir ustedes a la manifestación del domingo, que ya no hace falta porque hemos roto. Y por eso les dejo ahí un documento en el que el Gobierno le dice a los golpistas que por pedir que no quede; que el relator, notario, moderador, celestino, facilitador o mamporrero sigue vigente y que hay que diagnosticar en pie de igualdad y al margen del Parlamento. Pero hemos roto, que conste.

Calvo ya es un poco Soraya, aparentemente indignada pero del todo rendida al masaje golpista. Es lo que tiene el dialogar con un ladrón, que te sigue robando mientras le hablas. Y cuanto más le hablas más te roba, hasta que te promete que dejará de hacerlo cuando ya no tenga nada que quitarte… y te suena a oferta. Pero un nacionalista jamás pone fin a su aspiración, menos todavía cuando ha entrado de lleno en la fase golpista y violenta, hecho que deberíamos convertir en ventaja: ya no queda espacio para la política cuando aparece el delito, no hay diagnóstico por descubrir ni negociación posible ante un criminal confeso. Pero es que mucho antes de que eso sucediera, tampoco había espacio alguno para diálogo. A los políticos españoles les cuesta entender –los han necesitado para gobernar– que el nacionalista existe por oposición, por ruptura, y jamás negociará más allá de su victoria completa. Ni siquiera está preparado para gobernar, sólo para separarse infinitamente de algo, en un perverso bucle. Pero llegados al punto del delito y la violencia, el agredido no tiene nada que negociar con el agresor y ya sólo cabe cumplir y hacer cumplir la Ley. Todo lo que se escape de esos márgenes es puro colaboracionismo que, por cierto, ha de ponerse bajo la misma vara de medir que el delito original.

Pánico en Podemos

Pero no sólo el Gobierno tiene miedo al domingo. También lo padece Podemos. No hay forma de que Pablo Iglesias respete su baja de paternidad delegando en Irene Montero, que se va apagando poco a poco como si volviera a la tienda de campaña de Sol en vez de a la finca de La Navata. El líder quiere hacer valer su condición de comisionado del Gobierno en asuntos importantes que sólo él puede lidiar. El caso es que tiene un miedo atroz a ver la calle repleta de gente sin sus pendones morados, herido de muerte en Caracas y en Errejón, fracasado en su intento de hacerse okupa, taxista o pensionista y sin saber ya qué decir de Cataluña.

Ya puestos, no sólo la izquierda tiene miedo al domingo. También siente cosquillas Núñez Feijóo. O Manuel Valls. No iban… pero van, por si acaso y "sin complejos". Esperemos que la calle pueda obrar algún milagro en el gallego, gestor de tiempos como su paisano el registrador. En su mano está ser palanca o freno del PP. Dicen que tiene capacidad para hacer ambas cosas. Del francés sólo espero que repase su historia, la de Francia y la de España, antes de pedir la triple nacionalidad.

Supongo que hasta Pablo Casado y Albert Rivera pueden albergar también ciertos recelos por la presencia de Santiago Abascal este domingo en Colón pero el caso es que, de momento, los tres han sabido contenerse en favor de una movilización apartidista que comparte un fin común. Si la calle responde como parece, a Tezanos el del cisco le va a dar un soponcio. También él tiene miedo, a falta de vergüenza.

Lo importante es que si esta unidad formal, que es de agradecer, se trasladara a una moción de censura, el miedo a la concentración de domingo en la Plaza de Colón sería aún mayor a partir del lunes. Es necesaria y está más justificada que nunca: moción contra moción para devolver a las instituciones democráticas la legitimidad que ha robado el presidente Pedro Sánchez y gran parte de su gobierno. La incierta aritmética parlamentaria no puede frenar una iniciativa histórica que garantice que al día siguiente de prosperar se convocarían elecciones, sin pisar La Moncloa. Sin siglas, como espero que suceda este domingo. Hay socialistas suficientes que saben que Pedro Sánchez ya es ex presidente y que cada minuto que pasa hunde más al partido con el que tienen que ir a las urnas en mayo. Si la moción no prosperase, nada habría que reprochar a los promotores y nada se habrá perdido, al contario. Esta sí que es una vía política urgente, posible y esperanzadora para acabar con el golpe separatista de la Generalidad, baldón de la España del siglo XXI.

Para este domingo ilusionante, los políticos convocantes de la concentración en la Plaza de Colón han pedido que sólo se exhiban banderas de España. Bien. Si acaso, propongo, alguna de Venezuela, otra de las razones por las que el déspota felón debe desalojar La Moncloa igual que el sátrapa criminal debe salir escupido de Miraflores. Y todos tan contentos. Un domingo de miedo, vamos. Y el lunes, a hablar de la moción de censura.

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