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Javier Somalo

Ricos de izquierdas

Critican lo que usan, insultan al vecino de palco y finca, odian lo que son o eso dicen. Pero siguen ganando dinero mientras se indignan.

Militan en el igualitarismo, propugnan el reparto equitativo y denuncian el IVA cultural pero disfrazan el suyo personal. Claman contra los bancos en los que entran por el garaje o contra esos especuladores que nos les llegan ni a la suela de su habilidad inversora. Braman contra las hipotecas que jamás necesita el que paga al contado y coleccionan viviendas vacías al tiempo que denuncian desahucios. Van a Panamá pero tienen subvención patria.

Gritan contra la Sanidad y la Educación privadas pero reservan habitaciones en varios hospitales a la vez por si hay que parir, que nunca se sabe en qué capital andará una cuando salga de cuentas y alumbre al vástago… que será trilingüe de izquierdas y muy solidario pero lo más lejos posible de casa, allá en el África Negra o en cualquier otra finca tutelada por el cooperacionismo, ese freno al verdadero desarrollo, maquillado de fair trade por los iconos de la moda casual.

Critican lo que usan, insultan al vecino de palco y finca, odian lo que son o eso dicen. Pero siguen ganando dinero y haciéndolo crecer, dentro y fuera, mientras se indignan.

No habrá peligro si avecina chaparrón porque les seguirán defendiendo los que quieren ser como ellos y cuanto antes. Su dinero es limpio y merecido y si crece, mejor. Fuman habanos en La Habana, con sus padrinos, o cantan canciones sobre islas porque tienen alguna en propiedad. La Sanidad es pública o no es Sanidad, pero, hombre, una isla es la merecida recompensa a una vida de activa denuncia. Alzar la voz por los pobres conlleva esa suerte de way of life exclusiva. Grada exclusiva, fiesta exclusiva, palcos, restaurantes de estrella y reservado, primeras filas, entradas preferentes, entrenadores personales e intransferibles, veranos de yate, inviernos de esquí o también de yate por cambio de hemisferio en vuelos VIP y con exigencia de trato distinguido en aeropuertos, ¿sabe usted quién soy yo?

Sean políticos, periodistas, artistas, escritores, directores, empresarios o actores, era a ellos a los que les parecía mal la ingeniería financiera porque Hacienda éramos todos. Eran ellos los que no distinguían entre el político que roba a su pueblo –se excluye de esta categoría a los políticos afectos, por más que trinquen– y el ciudadano que trataba de pagar la menor cantidad de impuestos posible. Ahora, cuando la pasta viene de Venezuela o va a los paraísos quizá convenga matizar –previa consulta a los libros mayores– entre lo ganado y lo robado. Antaño se aprovechaban ruedas de prensa "culturales" para denunciar supuestos golpes de Estado encubiertos pero ahora se suspenden esas citas porque algunos periodistas, curiosos ellos, van a preguntar cosas ajenas a la razón de la convocatoria.

El marxismo es una corriente del capitalismo que gana dinero negándolo.

Era tan fácil en otro siglo ver marqueses arruinados dando chocolate al loro como hoy marxistas millonarios luciendo andrajos de diseño. Siempre fue así. El marxista es la élite. Son los ricos de izquierdas. No hacía falta Panamá para saberlo.

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