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Javier Somalo

Tabernarios o golpistas

Hay medidas políticas que surgen de ideas y que se han demostrado eficaces a lo largo de siglos. Y hay ideas que siempre destruyen lo propio y lo ajeno.

Hay medidas políticas que surgen de ideas y que se han demostrado eficaces a lo largo de siglos. Y hay ideas que siempre destruyen lo propio y lo ajeno.
Isabel Díaz Ayuso y Pedro Sánchez. | EFE

No se sabe por qué extraña razón todos los esfuerzos institucionales para salir de la crisis derivada de la pandemia se centran en Barcelona. Los grandes del Ibex se van a Barcelona y vaticinan que la economía española "se va a salir del mapa" entre discursos de Ada Colau y Pere Aragonès, que son los que de verdad se quieren salir del mapa pero con el dinero ajeno.

Ahora resulta que la luz al final del túnel es el indulto a unos golpistas. ¿Y quién ha decidido eso? El poder, que no es sólo el Gobierno. Y ahí está Antonio Garamendi junto a las más grandes empresas de España celebrando con Pedro Sánchez "la alegría de vivir": sin mascarillas por la calle, con los presos indultados y con muchos millones de euros cayendo del cielo, ya veremos para quién.

Van a Barcelona, se dejan ver, hablan de lo suyo. Pero tiene que ser en Barcelona, cosa normal. Allí no hay tanques. No se escuchan tiroteos. Los fachas son unos exagerados. ¿Cómo van a haber dado un golpe de Estado esos infelices? Venga, a la calle y a traer a Barcelona, a empujones, todos los congresos posibles con nombres en inglés, que ya bajarán impuestos los doctrinarios de Madrid a las empresas que huyeron del nacionalismo.

La clave es contribuir a dar una imagen de normalidad que no es cierta. Los grandes de Ibex también veían simpáticos a los de las tiendas de campaña de mayo que siguen quemando sus cajeros y rompiendo sus cristales. Y sin embargo huyen de las manifestaciones de Colón, donde se dan cita muchos miles de personas que dejan la ciudad igual de limpia, si no más, cuando acaba la protesta. No hay botellones, no hay cristales rotos, ni saqueos, ni pintadas, ni barricadas, ni amenazas. En Colón se protesta y después, a seguir trabajando o a descansar para trabajar al día siguiente, que hay facturas e hipotecas que pagar. No se ve a los normalizadores del Ibex por allí. Sí en Barcelona, girando en torno a los ejes que importan: lo verde y lo digital. Y nada más. ¿En qué modelo de país? ¿Con qué libertades y seguridades jurídicas?

Algunos temen más la espontaneidad racional de Ayuso —sobre todo, en Génova, 13— que las bravuconadas golpistas de un separatista o de un presidiario a punto del indulto. Mola Barcelona y mola el Círculo. Nos dicen las crónicas de muchos periódicos que allí empezará todo, que será como el año cero: el perdón, la reconciliación y la recuperación. Namasté.

¿Por qué con Ada Colau en Barcelona y no con Rosa Díez en Colón? ¿Por qué con Garamendi en el Círculo y no con Fernández Lasquetty en la Puerta del Sol? ¿Por qué sufrir plantones, escarceos, pitadas y chantajes si hay ovaciones esperando? Entre todos, dejamos que se oigan más unas cosas que otras huyendo de la auténtica normalidad, la de una España que es decente, quiere trabajar y cree en la Justicia, no en la venganza. Esto último es tan indiscutible como el medio siglo de terrorismo que pasamos sin revanchas personales de las víctimas.

Dicen los medios aduladores de comunicación que el Círculo no es independentista y que no le gustó nada lo de octubre de 2017. Pero añaden que allí no se andan con bobadas de la nación, de la Transición, del 78 y otros rollos derechistas que lastran el desarrollo auténtico, digital, verde, apolítico y modernísimo. Allí hay agendas 2030 y 2050, y hasta de más lejos, lo bastante como para no verlas cumplidas. Allí es todo muy proactivo, por momentos disruptivo y siempre resiliente.

Jordi Gual, vicepresidente del Círculo vicioso de Economía le pidió a Pablo Casado que apoyara los indultos, que hiciera como Garamendi el de la CEOE, probar a ver qué pasa. El presidente del PP aguantó el tono en lo fundamental mejor que otras veces, mejor desde luego que en su entrevista de campaña con RAC1 pero cayó en el tremendo error de asistir cuando estaba en su mano demostrar que la recuperación de España nada tiene que ver con los Jordis ni con Junqueras.

Las medidas de Madrid

Es en Madrid, y no en Barcelona, donde despegará España a pesar Sánchez, del Garamendi condecorado y subvencionado, de los obispos de Montserrat y del Ibex. Porque la casualidad ha querido que el contrapunto al bodrio Circular haya sido la formación del Gobierno de la Comunidad de Madrid tras el providencial 4 de mayo.

Y en Madrid llegará la mayor rebaja del IRPF de su historia. Y no, no será sólo para los ricos porque beneficiará sobre todo a rentas medias y bajas, más de tres millones de contribuyentes. El mejor resumen lo ha hecho la propia aspirante durante el debate: "Es mucho más fácil tutelar a quien es pobre y dependiente que a quien es libre y autónomo".

En Madrid se protegerá una educación de calidad frente al abandono altivo y clasista de Celaá. En Madrid se protegerá a los propietarios —personas normales y corrientes de derechas y de izquierdas— frente a los okupas. En Madrid se fomentará la natalidad y en Madrid se podrá heredar el trabajo y el esfuerzo de toda una vida sin volver a pagar por ello.

¿Mejor en Barcelona? ¿Mejor con el independentismo restaurado? ¿Piensan los normalizadores que los indultados se van a dedicar al punto de cruz y a observar estrictamente la Ley? ¿Creen que la factura de la luz, la del teléfono o la hipoteca se pagará mejor con las políticas que han permitido abrir bares en la pandemia y que ahora bajan impuestos o con indultos a golpistas? ¿Qué opinan los sectores turístico y hostelero de Cataluña, Valencia, Castilla La Mancha…? ¿Mejor con los golpistas y los indultos o con los tabernarios y menor presión fiscal?

Hay medidas políticas que surgen de ideas y que se han demostrado eficaces a lo largo de siglos. Y hay ideas que siempre destruyen lo propio y lo ajeno. En España esa diferencia está muy clara. No hay razón para que la clase empresarial haya elegido el lado que más daña la convivencia, aunque sea el que representa nuestro Gobierno.

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