Menú
Javier Somalo

¿Y si se van Rajoy, Sánchez o los dos?

Si vamos a una repetición electoral en primavera no puede ser con los mismos líderes al frente del PP y del PSOE. Parece que tanto Mariano Rajoy como Pedro Sánchez lo tienen claro y por eso no sueltan el bocado. A estas alturas muchos sostienen –algunos ya lo confiesan con tanta sinceridad como clandestinidad– que el resultado de sus respectivos partidos sería notablemente mejor e incluso suficiente como para gobernar con pactos simples si se presentaran a comicios con cúpulas renovadas. El problema es quién se mueve primero.

En cierto modo, el que tiene la sartén por el mango –aunque abrase– es el PSOE, o sea Susana Díaz. Es de sobra conocida la costumbre del PP por atajar los problemas negando su existencia y evitando cualquier atisbo de movimiento –eppur si muove– o cambio, pero en la última semana ese vicio ha dado paso al miedo, que ya se ha convertido en una verdadera obsesión: si el PSOE abre la caja de los truenos congresuales el techo de Génova se desplomará sobre las cabezas populares con enorme estruendo y gran número de bajas.

Huelga decir que en esta posible jugada socialista Pdr Snchz perdería también las consonantes y quedaría para hacer terapia de grupo con Rafa Benítez. Pero lo más importante es que, en caso de que Ferraz diera el paso, Rajoy tendría que abjurar de los Principios Generales del Inmovilismo, cosa poco probable por temida. Así, Susana Díaz se presentaría como líder de un partido regenerado –corrupciones y pelillos a la mar– con capacidad de recuperar el voto perdido y sin necesidad de demasiada campaña, dada la diferencia de democracia interna entre los dos partidos. En este escenario, el holding antiespañol de Pablo Iglesias sufriría las de Caín y Ciudadanos, que se dejaría algún pelo en la gatera progresista, crecería sensiblemente –o debería hacerlo– ante el inmovilismo del PP, que se llevaría un bofetón antológico del centro-derecha.

Pero, ¿y si el PP aceptara la apuesta por acción de algún kamikaze? Rajoy se sumaría a las charlas terapéuticas de Sánchez y Benítez pero Susana Díaz tendría que vérselas con Alberto Núñez Feijóo o con Cristina Cifuentes o –vaya usted a saber– con Soraya Sáenz de Santamaría. Los dos primeros, y sobre todo el primero, serían un grave problema para ese hipotético PSOE y una enorme losa para Ciudadanos. En cuanto a la tercera, sigue siendo una incógnita pues hay enormes diferencias de percepción sobre su liderazgo según a quién se pregunte pero en Génova cuesta ver a la vicepresidenta como persona de partido.

Quieran o no, el panorama no es el de costumbre, así que los populares andan en estos días de pánico midiendo el daño electoral sufrido por Ciudadanos tras el 20-D y juran haber llegado a la conclusión de que el PP mejoraría sus resultados en unas nuevas elecciones a costa de Rivera… con Rajoy o sin él. Dicen que el globo naranja se ha pinchado aunque de momento no suelten el cordelito por si se escapa. No dudemos pues, que los peores ataques a Chutatans están en imprenta por si llega el caso de ir a las urnas de nuevo. Además, el tímido e incompleto reconocimiento de los errores de campaña en Ciudadanos es una baza a favor del partido de Albert Rivera si quisiera pasar de las palabras a los hechos y colocarse de nuevo como alternativa ante una segunda vuelta que, como decíamos, no está exenta de peligros. Ya no sirve pasar de cero a cuarenta diputados y los posibles movimientos del mastodonte bipartidista pueden suponer tanto su renacimiento como su tumba. Cataluña, tan desgobernada e ingobernable como el resto de España, podría ofrecerles una nueva oportunidad de hacerse valer y Ciudadanos ya ha entrado en el ciclo normal de un partido, con antecedentes y con margen para mejorar o seguir repitiendo errores.

Antes de que acabe la próxima semana tendremos más datos para averiguar el destino de España que hoy es una mezcla de mus, póquer y ajedrez. De guiños, faroles y anticipación.

Yo me prepararía para votar de nuevo cuando vuelvan las oscuras golondrinas, esas que ya nunca serán iguales aunque traigan siempre la primavera. Si no sucede, mala señal. Será que Sánchez el Portugués y otros cincuenta partidos de variado pelaje han llegado a La Moncloa. Pésimos augurios.

En España

    0
    comentarios