Menú
Jeff Jacoby

Contaminadores políticos

Considerando la reacción al insulto de Coulter, no es sorprendente que la fantasía criminal completamente explícita de Maher provocase una avalancha de críticas. Excepto porque no lo hizo.

Poniendo punto final a su discurso ante la Conferencia Conservadora de Acción Política en Washington el viernes, la exitosa escritora y derechista de verbo ofensivo Ann Coulter asestó un golpe enfermizo al ex senador John Edwards:

Iba a hacer unos cuantos comentarios sobre el otro candidato presidencial demócrata, John Edwards, pero resulta que te obligan a entrar en rehabilitación si utilizas la palabra "marica" De modo que no puedo hablar de Edwards.

A juzgar por el video del acto colocado en Internet, la estúpida salida de tono de Coulter fue saludada con risas y algún aplauso. Pero la condena fue rápida.

La campaña de Edwards subió el vídeo a su página web, junto con una declaración acusando a Coulter de "haber llevado el discurso político a un nuevo record de odio", y pidiendo a sus partidarios "ayuda para recaudar 100.000 dólares en 'dinero Coulter' esta semana con el fin de mantener esta campaña adelante". El presidente del Partido Demócrata Howard Dean calificó los comentarios de Coulter "llenos de odio y prejuicios", y animó a los republicanos a "denunciar sus odiosas declaraciones".

No les hacía falta que los animaran. La campaña de John McCain condenó las declaraciones de Coulter como "salvajemente inapropiadas". El portavoz de Mitt Romney las calificó de "ofensivas". Rudy Giuliani dijo que "no debería haber lugar en el debate político para tal adjetivación".

Pero las condenas de los candidatos fueron tibias en comparación con ardiente condena de la rabia salvajemente crítica de los conservadores del movimiento. "Ya hay suficientes escupideras de escoria insensata, vulgaridad y odio" en la vida norteamericana, escribió la influyente Michelle Malkin, "no esperamos que nuestros hijos sean expuestos a esta basura en la reunión conservadora más destacada de la nación". Los editores de RedState.com anunciaron secamente que "Ann Coulter no habla por nosotros", deseando que fuera "la última vez que un candidato a un cargo público acepta voluntariamente su aprobación o aparece en el mismo escenario que ella". Dean Barnett, en el blog de Hugh Hewitt fue conciso en su valoración: "Estúpida. Desagradable. Imbécil. Demente."

En GOPUSA.com, Cliff Kincaid atacaba "las estrafalarias palabras y comportamiento de Coulter" y animaba al semanario conservador Human Events a sacarla de su cabecera. Rick Moran. de Rightwing Nuthouse, calificó a Coulter de "mujer despreciable" que "utiliza deliberadamente un lenguaje de odio para molestar a la izquierda y conseguir que los demás hablemos de ella". Un torrente de bloggers conservadores publicó una carta abierta criticando la diatriba de Coulter como "intolerable" y "perversa", y animando a que en adelante sea rechazada como oradora: "¿Cómo podemos enseñar a los jóvenes conservadores a luchar por sus principios con civismo y respeto cuando se permite que Ann Coulter se dirija a la conferencia?"

No obstante, Coulter no fue la única opinadora que dijo algo atroz ese viernes. En su programa de debate de la HBO Real Time, Bill Maher defendió a los progres que lamentaban que el ataque terrorista de la semana anterior en Afganistán no lograra matar al vicepresidente Dick Cheney. "Si esto no es China", preguntaba Maher, "¿no deberíamos poder decir eso? Yo no tengo ninguna duda de que si Dick Cheney no estuviera en el poder, habría personas que no estarían muriendo mañana innecesariamente". La audiencia aplaudió y se rió. Un momento más tarde Maher lo decía de nuevo, aún más enfáticamente: "Simplemente estoy diciendo que si muriera, otras personas –más personas– vivirían. Eso es un hecho."

Considerando la reacción al insulto de Coulter, no es sorprendente que la fantasía criminal completamente explícita de Maher provocase una avalancha de críticas. Excepto porque no lo hizo. No hubo ninguna declaración de Howard Dean, ninguna denuncia de las campañas presidenciales, ninguna tormenta de protesta de bloggers progresistas repelidos por las declaraciones de Maher.

Al igual que Coulter, Maher tiene un historial de declaraciones repugnantes. Por ejemplo, después de que un accidente hípico dejase a Christopher Reeve inválido de por vida, Maher elogió al caballo: "Si intentas que un caballo salte por encima de algo sobre lo que no quiere saltar, creo que debería tirarle de su lomo". En noviembre dijo en la CNN que "los que de verdad llevan las riendas del Partido Republicano son gays", nombrando específicamente al presidente del Partido Republicano Ken Mehlman. Pero mientras que el último de los insultos pueriles de Coulter atrajo una generosa atención mediática, las declaraciones mucho más ofensivas de Maher apenas provocaron un murmullo.

Una búsqueda en Nexis dos días y medio después de los hechos devolvía 91 noticias mencionando tanto a Ann Coulter como a John Edwards en ese periodo. Pero sólo había cuatro que aludieran a Bill Maher y Dick Cheney. Google News enumeraba más de 900 páginas web sobre Coulter y Edwards, pero sólo 15 concernientes a Maher y Cheney.

Si hay una cosa que necesita desesperadamente el polarizado discurso público estadounidense son menos ataques y exabruptos. Si hay otra, es el final de doble rasero que condena a bombo y platillo el discurso de odio cuando procede de la derecha al tiempo que apenas lo destaca cuando es vomitado por la izquierda. La pasión política tiene su lugar en el mercado de las ideas. El veneno no, ni tampoco alguien que no sepa distinguir las dos cosas.

En Internacional

    0
    comentarios