Por primera vez en Estados Unidos, desde los tiempos de la reconstrucción luego de terminada la Guerra Civil, el candidato presidencial perdedor ha procedido a tratar de cambiar el resultado electoral por cualquier medio que sea necesario. Cuando los resultados de la cuenta de votos, la noche de las elecciones, mostraron que Al Gore había perdido por pocos votos en Florida y, por lo tanto, en el Colegio Electoral, lo acostumbrado es que hubiese aceptado con gracia y elegancia el veredicto nacional. Por el contrario, desde ese mismo instante Gore desencadenó una campaña masiva para desacreditar los resultados.
Poco después se comenzó a hablar de una papeleta de votación confusa en el condado de Palm Beach, de inusual cantidad de votos a favor de Buchanan y de 19 mil votos descalificados por tener dos perforaciones en la lista presidencial, en lugar de una. Jesse Jackson hizo todo lo posible para caldear los ánimos de la población de raza negra y otros líderes solicitaban “testimonios” de violaciones de los derechos civiles de las minorías.
Cuando un recuento automático de los votos confirmó la victoria de Bush, los demócratas exigieron un recuento manual, pero sólo en aquellos condados de la Florida donde su partido había logrado una mayoría.
Cuando la secretaria de estado de la Florida invocó la ley que exige que los condados informen de sus resultados una semana después de realizada la elección, los portavoces de Gore se refirieron a esa señora elegida por los floridianos como “comisaria soviética”.
Mientras tanto el comando de Gore fomentaba y aprobaba las demandas legales de parte de electores descontentos. Aparentemente, el equipo de Gore lo único que estaba dispuesto a aceptar era la Casa Blanca.
Los miembros del equipo de Gore entonaban a coro “la voluntad del pueblo”, refiriéndose a que su candidato había logrado una pluralidad de votos totales. La diferencia parecía ser de menos de 0,2%. Y, en cualquier caso, según la Constitución, el total de los votos individuales no es lo que decide el nombramiento del próximo presidente, sino los resultados del Colegio Electoral.
Pero la constante repetición de frases incendiarias logra sus efectos. Si Bush resulta presidente, una buena parte de la población creerá que ganó por un detalle técnico. Esa sería la manera de ensombrecer su administración. De la misma manera, si Gore resulta ganador, muchos americanos creerán que llegó por fraude.
© AIPE
Jeff Jacoby es columnista del Boston Globe.
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