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Jesús Fernández Úbeda

Gamarra dopa a Sánchez

Con las intervenciones de la secretaria general del PP sólo disfrutan los pelotas, los masoquistas y, por supuesto, los diputados del PSOE.

Con las intervenciones de la secretaria general del PP sólo disfrutan los pelotas, los masoquistas y, por supuesto, los diputados del PSOE.
La portavoz del Partido Popular, Cuca Gamarra, durante el pleno celebrado este miércoles en el Congreso de los Diputados. | EFE

Ha vuelto el killer: en la sesión de control de este miércoles, Pedro Sánchez quebró las rodillas de una oposición parlamentaria liderada, así, en cursiva, porque el significante no hace honor al significado, por una Cuca Gamarra que gasta una oratoria tosca, impotente y desquiciante para el común de los mortales. Con las intervenciones de la secretaria general del PP sólo disfrutan los pelotas de sus filas –o eso dicen–, los masoquistas y, por supuesto, los diputados del PSOE, quienes piensan: "Nosotros no lo hacemos peor". Va una perogrullada: si Feijóo arriba a La Moncloa, no lo hará por los méritos dialécticos de sus diputados. Sobre todo, por los de su hembra alfa. Para fortuna del gallego, la gran mayoría de los españoles pasa olímpicamente del circo semanal de la Cámara Baja.

A los amigos que me preguntan por el Congreso les respondo que me recuerda a Disneylandia: es un mundo de fantasía, paralelo a la realidad, de una belleza extraordinaria –quien no conozca el Palacio de las Cortes, ya está tardando–, en el que políticos y periodistas son las especies dominantes y en el que reina, de forma cuasi absolutista, el presidente del Gobierno. Tuvo éste sus épocas de bajón –la huelga de los transportistas le hizo mucha, mucha pupa–, pero se ha regenerado y, en este ecosistema, somete con puño de hierro y, ay, mandíbula de cristal. Allende el Parlamento, el cantar es otro, claro.

Gamarra debiera dejar de ser la portavoz parlamentaria del PP porque, entre otros motivos, Sánchez se pitorrea de ella. No se la toma en serio lo más mínimo y, con condescendencia, sin perder la compostura y ajustándose la chaqueta, la ridiculiza. "Mientras distrae con los ricos", dice la exalcaldesa de Logroño, "usted se dedica a desplumar a los trabajadores. En ese sálvese quien pueda, siga copiando las propuestas del PP, porque es urgente". "Se le ha hecho largo, señora Gamarra", le respondió el líder del Ejecutivo, provocando la carcajada general entre los suyos. Luego, presumió de que sus presupuestos son sociales de la leche, y esas cosas.

El candidato Baldoví, Sinostocanaunanostocanatodas –salvo que la víctima sea una menor abusada por el exmarido de Mónica Oltra–, pidió más pasta para Valencia refiriéndose al CGPJ y atacando a Ayuso porque cree, pobretico, que le va a rentar. Sánchez culpó de todo al PP e indicó que las CCAA "van a recibir una cifra récord" de pasta. Arrimadas intentó criticar la última subida de las pensiones. Y digo intentó porque se formó un runrún sonoro y grosero en la bancada del PSOE y, sobre todo, en la del PP, que impidió que la diputada pudiera hacerse escuchar. Batet pidió silencio al personal dos veces. Cuando la líder de las ruinas de Cs recuperó la palabra, acusó al presidente de "hipotecar a las próximas generaciones para pagar su campaña electoral". Éste declaró que su tribu "defiende la sostenibilidad del sistema público de pensiones, señoría" y, con una jeta de hormigón, añadió que, en 2011, dejaron la hucha de las pensiones "llena" y que la "esquilmaron, precisamente, aquellos que no creen en el sistema público de pensiones". Carlos Rojas le recordó que, en su momento, aquel imberbe discípulo de Zapatero votó congelarlas.

Espinosa de los Monteros, a Calviño: "Están comprometidos con erradicar la riqueza; nosotros estamos comprometidos con erradicar la pobreza. Desde que están ustedes, no he conocido a ningún español que haya prosperado. Bueno, sí: ustedes y las señorías de Podemos". La vicepresidenta primera, al portavoz de Vox: "Tiene usted que revisar sus amigos. ¿No conoce a nadie que perciba el salario mínimo interprofesional? ¿No conoce a ningún joven que haya conseguido un empleo indefinido gracias a la reforma laboral?". Los ministros y diputados sociatas y podemitas aplaudieron más sobreactuados que los hinchas de la Grada Joven del Bernabéu.

Inés Cañizares cañizó –que Vox le pague algún cursillo o algo, por favor; en caso de que lo esté haciendo, que cambie de profesores– sobre los "sindicatos apesebrados". Yolanda Díaz le dijo que a los diputados de Vox les "molesta la democracia", y hale, a pastar. La popular Valentina Martínez Ferro preguntó a Albares por la movida con Argelia y el Sáhara. El ministro de Exteriores, soso como una sopa de hospital, contestó que "queremos tener las mejores relaciones", "por supuesto, siempre defendiendo los intereses de España y de las empresas españolas". Que tiemblen. El alcaldable Rufián, a Robles: "¿Confía usted en la palabra de los agentes del CNI?". Pues qué iba a decir la ministra de Defensa, a ver: "El Gobierno respeta, reconoce y agradece el trabajo de los 3.000 hombres y mujeres que trabajan en el CNI". Luego se recomendaron series. En fin, ese es el nivel.

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