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Jesús Laínz

Colapsemos la locura de género

Aplicando su propia lógica y sus propias normas, lograremos que la distopía progre se disuelva en sus propios jugos.

Aplicando su propia lógica y sus propias normas, lograremos que la distopía progre se disuelva en sus propios jugos.
La ministra de Igualdad, Irene Montero. | EFE

Razonar es inútil. ¿No se había dado cuenta usted, razonable lector? Sobre todo razonar en la política española, donde imperan las vísceras. Y sobre todo razonar con la izquierda, esa religión inasequible al razonamiento, al argumento y al documento.

Millones de palabras escritas, pronunciadas y repetidas de mil maneras, y ninguna de ellas ha provocado nunca el menor efecto en los cráneos que se dicen progresistas. Porque la impermeabilidad del progresismo se debe a que, siendo la más absoluta de las nadas, está sin embargo convencida de su superioridad moral e intelectual.

Así que dejémonos de tanto bla, bla, bla y pasemos a la acción. ¿Quieren ustedes, activistas lectores, acabar con la tiranía progre? Pues bien: he aquí el cómo. Y empleando sus propias armas, su propia lógica y sus propias normas. Así no tendrá escapatoria.

Antes de dar el primer paso, tengamos presentes todas esas leyes igualitarias ya aprobadas o todavía en trámite, porque serán ellas las que nos indiquen el camino a la victoria.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que ya no hay dos sexos ("géneros", dicen los cursis, como si los humanos fuéramos palabras) sino muchos más: transgénero, pangénero, agénero, bigénero, poligénero, intergénero, andrógino, neutro, no binario, asexual, variante, fluido, etc.

Primera acción: todas las empresas privadas (hostelería, comercios, clubes, gimnasios, cines…) y organismos públicos (ayuntamientos, diputaciones, ministerios, consejerías, parlamentos, comisarías, bibliotecas, correos…) deberían tener varias decenas de lavabos separados para dar cabida a todos los géneros. Como no es así, denunciémosles por tener solamente dos lavabos, el de hombres y el de mujeres, lo que discrimina a todos los demás géneros. Sería hermosísimo que las primeras denuncias se presentasen contra el Ministerio de Igualdad, donde evidentemente no tienen veintiocho lavabos distintos, para que lo primero que se pudra sea la cabeza. Pero no hay que desdeñar los demás lugares mencionados. Los públicos, para que el Estado dé ejemplo siendo el primero en cumplir sus leyes. Y los privados, para que todo el mundo experimente en sus carnes los placeres del progresismo. Hay que colapsar los juzgados.

Segunda acción: el hecho de que en las tiendas de ropa haya departamentos para el hombre y para la mujer pero no para todos los demás géneros es una grave discriminación que también habrá que combatir en los juzgados. Y lo mismo para todos los fabricantes de ropa que sólo incluyan en sus catálogos prendas para hombres y mujeres.

Tercera acción: ya que el género es voluntario y no exige ni operaciones, ni mutilaciones ni tratamientos hormonales, sino simplemente una declaración en el Registro Civil, cambiémonos todos los varones de acera. Así podremos entrar en los vestuarios de mujeres. Lo vamos a pasar bomba. Y las mujeres, mejor todavía. Y si el club, gimnasio, piscina o entidad que sea les pone pegas, con su documento acreditativo de su nueva identidad sexual, discusión zanjada. ¿No habíamos quedado en que hay mujeres con pilila? Y si son reacios, colapsemos los juzgados con denuncias por discriminación por razón de género.

Cuarta acción: una vez cambiado su género, si practica usted algún deporte de competición, apúntese a la liga de las féminas. De este modo, aunque sea usted un hombretón con todos sus atributos, podrá usted jugar al fútbol, al baloncesto o al rugby en los equipos de las chicas. Se lo va a seguir pasando usted bomba tanto en el vestuario como en el terreno de juego. Y las chicas, mucho más. Y si hay quejas, sigamos colapsando los juzgados con denuncias por discriminación. Lo que se añadirá al colapso de los hospitales por las roturas de huesos de sus colegas. Cuanto más caos, mejor.

Además, si tiene usted la heteropatriarcal costumbre de sacudir a su santa esposa, al ser ambos cónyuges del mismo género se desactivarán todos los privilegios policiales, procesales y jurídicos de los que gozan ahora las mujeres con independencia de que sus denuncias sean verdaderas o falsas. ¡Hermano, yo sí te creo!

Quinta acción: reclamar el cierre de oficinas, observatorios, teléfonos, asesorías, subsecretarías, direcciones generales y demás mamandurrias instauradas para enriquecimiento de las amigas de Irene Montero por la sencilla razón de que los géneros habrán dejado de existir.

Sexta acción: dado que, para el acceso a muchas profesiones en las que se necesita actividad física, se hacen pruebas distintas para hombres y mujeres, con su nuevo género femenino tendrá usted derecho a ser evaluado según criterios femeninos. Otra mejora para usted, pues contará con evidente ventaja en las pruebas de fuerza y velocidad. Y si sus competidoras se quejan, nueva denuncia por discriminación.

Séptima acción: para numerosos puestos de trabajo, sobre todo del sector público, las mujeres tienen una cuota fija independientemente de sus resultados en las pruebas de acceso. Presentándose con su nuevo género, los varones tendrán derecho a disfrutar de dicho privilegio de acceso en igualdad de condiciones con las mujeres de verdad.

Pero todo esto no será posible si sólo lo hace un puñado de recalcitrantes. Tenemos que hacerlo a la vez millones de ciudadanos. Y de ciudadanas, claro, pues lo aquí explicado para los varones es obviamente extensible a las mujeres en dirección contraria, lo que duplicará el caos.

Y de este modo, aplicando su propia lógica y sus propias normas, lograremos que la distopía progre se disuelva en sus propios jugos.

Manos a la obra.

www.jesuslainz.es

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