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John A. Bennett Nove

Los tesoros perdidos de Panamá

Me atrevo a sugerir que si los colombianos dispusieran del debido acceso a la vía interoceánica, no tendrían tiempo de pensar y llevar a cabo su guerra fratricida, pues ese extraordinario e industrializado pueblo estaría demasiado ocupado en sus fábricas.

Conocemos adecuadamente los beneficios de la división del trabajo y de la especialización, pero pocas veces analizamos cómo funcionan en el caso concreto de algunas naciones. Los países desempeñan papeles concretos y especializados en su región y Panamá –por su ubicación y lo angosto del istmo– siempre se ha considerado como un punto estratégico.

Durante la época la fiebre del oro en California, volvieron a quedar claras las ventajas estratégicas de Panamá, por donde pasaba todo un tropel humano, allanando el Camino de Cruces (lo que más tarde se convertiría en ferrocarril y, aún más adelante, en un canal interoceánico). Sin embargo, no se captó la ventaja humana del istmo, sólo su "potencial geopolítico". Así pasaron casi cien años de letargo hasta que Justo Arosemena, el primer presidente del Estado Federal de Panamá, a mediados del siglo XIX, negoció las condiciones con que Colombia autorizaba la excavación de un canal interoceánico. Arosemena (1817-1896) predijo que los panameños estarían sentados al lado del canal, viendo pasar a los barcos.

Se construyó el Canal y pasaron muchos barcos, pero Panamá, durante otros cien años, siguió sin contribuir con su enorme potencial al desarrollo de la región. Iban y venían inmensos buques que jamás aprovechamos los panameños ni nuestros vecinos. Sin embargo, Panamá es el puerto natural de los países vecinos, especialmente de Colombia, donde hay más de cuarenta millones de clientes para nuestros servicios portuarios y de transporte. Pero seguimos pensando que entre Colombia y Panamá no debe existir ninguna comunicación terrestre.

El presidente Uribe ha gestionado, con poco éxito, el final de este terrible oscurantismo. No sólo los panameños tememos a la "indómita" selva darienita –que de hecho está desapareciendo–, sino que los estadounidenses piensan que si se abre este embudo, toda la América del Sur se trasladaría hacia el norte, causando un desequilibrio devastador.

¿Es que todavía no entendemos que una fuente esencial para el desarrollo sostenible son las comunicaciones? Desde el exterior lo ven de esta manera, por eso están emigrando hacia el istmo, expresando su admiración por nuestro explosivo e incipiente crecimiento. Es curioso que nos estemos desarrollando, a pesar de todo el esfuerzo contrario.

Me atrevo a sugerir que si los colombianos dispusieran del debido acceso a la vía interoceánica, no tendrían tiempo para pensar y llevar a cabo su guerra fratricida, pues ese extraordinario e industrializado pueblo estaría demasiado ocupado en sus fábricas. El comercio es fuente de libertad y de paz.

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