Menú
John F. Stossel

Cuando las acusaciones de machismo chirrían

Los hombres y las mujeres tienen intereses distintos. Vaya a cualquier Wal-Mart y verá mujeres mirando ropa y hombres en la ferretería. Hay excepciones, por supuesto, pero los sexos sí tienden a tener intereses distintos.

Probablemente haya oído hablar de Hooters, la cadena de restaurantes conocida por atraer a los clientes masculinos contratando camareras bien equipadas y vestidas para demostrarlo. La firma da trabajo hoy a más de 30.000 personas. Algunos considerarían esto una historia de éxito, pero no nuestro gobierno. No porque Hooters esté utilizando sexo para vender sino porque sus camareras son –prepárese– ¡mujeres!

"¡Discriminación!", gritó la Comisión de Oportunidades Igualitarias en el Empleo del gobierno federal (EEOC).

El negocio de Hooters es la comida, dijo al gobierno, y "para servir comida no es necesario ningún rasgo físico exclusivo de las mujeres". Los abogados de la EEOC exigieron que Hooters presentara todos los datos de contratación para torturarlos después durante cuatro años. Mike McNeil, vicepresidente de marketing de Hooters, contaba en 20/20 que los burócratas de la EEOC exigieron examinar montañas de papeleo: "Manuales del empleado, manuales de formación, manuales de marketing - virtualmente todo lo relacionado con el modo en que llevamos nuestro negocio..."

La EEOC planteó entonces un conjunto de requisitos. En primer lugar, se inventó un grupo de varones decepcionados que no habían sido contratados por la compañía. La EEOC dijo, según McNeil: "Queremos que establezcáis un fondo de 22 millones de dólares para este grupo de empleados masculinos rechazados. Queremos que llevéis a cabo estudios de entrenamiento emocional para enseñar a todos vuestros empleados a ser más sensibles con las necesidades de los hombres".

Sospecho que los clientes de Hooters son sobre todo hombres que creen que la firma es bastante sensible a sus necesidades, gracias, y que realmente habría un buen número de varones decepcionados si el gobierno insistiera en que los hombres hiciera en el trabajo de las mujeres de Hooters.

Normalmente, las compañías asaltadas por los abogados de la EEOC simplemente pagan para evitar las ruinosas costas legales, pero Hooters contraatacó de manera inteligente, no sólo en los tribunales sino en el tribunal de la opinión pública. Las camareras de Hooters desfilaron por Washington, cantando "Salvad nuestros empleos". Un orondo gerente vestido de camarera posaba ante las cámaras, con barba y todo lo demás, mostrando qué aspecto tendría "un tío de Hooters".

Fue un tirón de orejas que puede que haya funcionado. Los abogados representantes de los varones demandantes aceptaron un acuerdo fuera del tribunal de 3,75 millones de dólares, una fracción de los 22 millones que habían exigido previamente. La EEOC abandonó su exigencia de formación emocional; Hooters acordó crear más empleos como gerentes o porteros, que no habían sido ocupados por mujeres.

Sears se encontró también en el punto de mira de la EEOC porque tiene más hombres que mujeres trabajando como vendedores de cosas como cortacéspedes o herramientas. Las cifras dispares eran una prueba en sí mismas, decía al gobierno, de que Sears discriminaba a las mujeres. Pero Sears negó discriminación alguna: "Hemos buscado mujeres que lleven a cabo este empleo. Se trata simplemente de que hay menos mujeres que quieran vender cortacéspedes y cosas así".

¿Es un concepto demasiado políticamente incorrecto para que los fiscales lo capten? Los hombres y las mujeres tienen intereses distintos. Vaya a cualquier Wal-Mart y verá mujeres mirando ropa y hombres en la ferretería. Hay excepciones, por supuesto, pero los sexos sí tienden a tener intereses distintos.

El que haya más hombres vendiendo cortacéspedes y más mujeres vendiendo cosméticos no implica una diabólica discriminación que necesite de ejércitos de abogados del estado. Muéstreme mujeres que quieran vender cortacéspedes pero a las que se obligue a vender cosméticos en su lugar –u hombres que quieran vender cosméticos, pero que tienen que vender cortacéspedes– y tendremos argumento de debate. Pero si las mujeres eligen el mostrador de los cosméticos, la única "discriminación" es su propia elección.

La EEOC fue incapaz de encontrar alguna mujer que se quejase de haber sido discriminada, por lo que finalmente Sears ganó la demanda. Los 20 millones de dólares en costas del litigio nos los pasaron a nosotros, los consumidores.

¿Han obligado éstos u otros excesos al gobierno a reducir por simple vergüenza? Por supuesto que no. Hoy cuenta con 2.400 empleados y en el 2005 gastó 326,8 millones de dólares, varios millones más que el año anterior. El gobierno continúa creciendo, y mientras crece, se alimenta a costa de nuestro dinero, erosiona nuestras libertades y desafía nuestro sentido común.

En Sociedad

    0
    comentarios