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Jorge Alcalde

El cosmos, como una moto

Que el universo se expande no debería ser a estas alturas un secreto para nadie. De hecho, si la enseñanza de las ciencias tuviera el mismo fuste que la de las "letras" (si es que a ésta le queda todavía alguno) este tipo de afirmaciones tendría que estar en el repertorio de cultura general de todos los niños en el mismo nivel que "el Quijote es obra de Cervantes". Pero que esa expansión primordial suceda a una velocidad cada vez mayor o se ralentice progresivamente es una de las discusiones más vivas de la cosmología. No en vano, de la asunción de uno u otro modelo depende algo tan poco trivial como el futuro mismo del universo.

Esta semana, un equipo de astrónomos británicos y australianos ha publicado en la revista de la Royal Astronomical Society lo que ellos consideran una nueva evidencia que corrobora la idea de que la expansión del universo se acelera. La noticia tiene su aquel, dado que la teoría más aceptada (y la que parece más concordante con el estado actual del conocimiento del cosmos) es que la aceleración espacial debe frenarse poco a poco debido sobre todo a la propia atracción gravitatoria que la materia ejerce sobre sí misma. Para entenderlo, basta pensar en uno de esos juegos tradicionales consistentes en una pelota unida a una raqueta por una goma. Cada vez que se impulsa la pelota, ésta sale despedida con una aceleración determinada, pero dicho valor de aceleración se va reduciendo progresivamente debido a la tracción de la propia goma, hasta que el valor se vuelve neutro, la bola se frena y comienza su camino de vuelta.

El cosmos, que nació de una gran explosión, sigue siendo impulsado en una expansión de miles de millones de años. Los cosmólogos saben que esta expansión sólo puede tener tres destinos posibles: ser eterna (la goma no llega nunca a parar la pelota); llegar a estabilizarse en un punto neutro para siempre (la goma para la pelota, pero no la atrae hacia la raqueta); ser reversible (la goma para la pelota y la atrae hacia la raqueta).

Hace tres años, dos equipos distintos de astrónomos asombraron a la comunidad científica con un trabajo que parecía confirmar la idea de que la expansión del universo se está acelerando. Según sus observaciones, el brillo de las supernovas que habían detectado en galaxias remotísimas sólo podía explicarse si el universo contara con una "energía oscura" que lo impulsara a expandirse cada vez más deprisa en un futuro infinito. Es de justicia decir que el término "energía oscura" es una irreverente metáfora para referirse a un concepto ya propuesto por Einstein y al que él llamó "constante cosmológica". Pero el genio después renegó del "palabro" porque amenazaba con estropear la elegancia de su Teoría General de la Relatividad.

Siguiendo el influjo de Einstein, muchos cosmólogos han considerado la "constante cosmológica" una propuesta irrelevante, demasiado misteriosa e innecesaria para dar explicación al funcionamiento del espacio y el tiempo. Ahora, este equipo anglo-australiano vuelve a la carga pero con una herramienta diferente a la del brillo de las supernovas. Han estudiado el patrón de agrupamiento de 250.000 galaxias en una porción gigantesca de universo observable desde el Telescopio de Siding Spring, en Nueva Gales del Sur. Comparando la estructura de estos racimos galácticos en la actualidad (unos 15.000 millones de años después del Big Bang) con la estructura que cabe deducir que tuvo el cosmos en su juventud, según las huellas que ha dejado en la radiación cósmica de fondo, han podido establecer lo que muchos no quieren creerse: que el espacio-tiempo está preñado de "energía oscura".

Si esto es verdad, estaríamos ante la confirmación de que la expansión del cosmos se acelera; ante una posible solución al dilema del futuro del universo; ante una puerta abierta para conocer cómo nació la materia e, incluso, qué había antes de que naciera; ante la prueba de que el sapientísimo Einstein se precipitó al desechar la idea de la constante cosmológica. Ante una noticia, en fin, que sigue asombrando a los que amamos la Astronomía: el ser humano, pequeño grano de arena en la playa del Universo no sólo es capaz de preguntarse "cómo funciona todo", sino que a lo mejor va, y descubre la respuesta.


Este artículo, junto a otros de César Vidal, Pío Moa, Carlos Semprún Maura, José Apezarena, Lucas Soler, Alicia Delibes, Enrique Coperías, etc. se publica en la Revista del Fin de Semana de Libertad Digital. Si desea leer más, pulse AQUÍ

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