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Jorge Alcalde

Genes en la pista de atletismo

La intersexualidad es un problema sin resolver. Cuando saltan al circo mediático del tartán casos como el de Semenya parece cobrar interés. Pero pocos son los expertos capaces de tomar una decisión que se antoja demasiado compleja.

La intersexualidad es un problema sin resolver. Cuando saltan al circo mediático del tartán casos como el de Semenya parece cobrar interés. Pero pocos son los expertos capaces de tomar una decisión que se antoja demasiado compleja.

En la olla de voluntades, miedos y ambiciones del estadio olímpico, pocas personas corren bajo tanta presión como la surafricana Caster Semenya. Durante los menos de 2 minutos que tarda en recorrer los 800 metros de su especialidad, Caster está obligada a demostrar que puede ser más rápida que nadie en la salida, que sabe reservar las fuerzas durante la primera vuelta, que puede controlar la temible subida del ácido láctico paralizante en el tramo final, que puede llegar a la calle interior en el momento oportuno para evitar tropezones... y que es una mujer.

Su cuerpo ha sido esculpido para cumplir bien todos esos requisitos, excepto el último. Y es que Semenya, una vez más, ha tenido que escuchar en estos JJOO de Londres las voces de los que insisten en poner en duda su femineidad. Y ello a pesar de que tras ganar el mundial de Berlín en 2009 las autoridades del atletismo mundial la sometieron a una humillante prueba médica que incluía test genéticos y fotografías clínicas de sus genitales para determinar que Caster es mujer y que puede concursar en el cuadro femenino.

Durante dichas pruebas se filtró que la atleta presenta una peculiaridad genética que alteró su equilibrio hormonal durante el desarrollo. No generó una estructura genital uniforme. Carece de útero, su musculatura es más próxima a la de un hombre atleta y produce tres veces más andrógenos que una mujer normal. Eso no la convierte en hombre, de hecho sus resultados atléticos están muy lejos de las marcas del cuadro masculino. Caster es, simplemente, una mujer con hiperandrogenismo.

Vivimos en un mundo en el que, con frecuencia, se nos obliga a definir entre "una cosa u otra", pero la naturaleza no siempre no los pone fácil. Según todos los testimonios recogidos en su aldea natal de Limpopo, Semenya siempre se sintió niña. Jugó, creció y se educó como tal, sin problema de identidad alguno. Pero su cuerpo dejó de ser pronto el de una niña. Tampoco se convirtió en el de un hombre. No se trata de un caso de transexualidad. Se trata de un sencillo pero espectacular caso de desequilibrio hormonal. Los médicos quieren encontrar un nombre para estos sucesos. Los llaman en ocasiones ADS (anomalía de la diferenciación sexual) y dicen que afecta a una de cada 4.500 personas nacidas.

Algunos expertos sugieren que la diferenciación sexual de la especie humana debería redefinirse. Existe una polaridad evidente hombre/mujer a nivel cromosómico (XX para ellas, XY para ellos). Pero esta polaridad no siempre conduce a la misma diferenciación gonadal. El desarrollo del pene, el útero, los testículos o los ovarios no siempre responde a las normas dictadas por los genes organizados en esa pareja de cromosomas sexuales. El sexo genético no es siempre lo mismo que el sexo genital. Y, para colmo, cuando entran en juego las hormonas la cosa puede volver a cambiar. Debería haber también un "sexo hormonal" en función del modo en el que las glándulas secretoras de hormonas interpretan su papel.

La intersexualidad es un problema sin resolver. Cuando saltan al circo mediático del tartán casos como el de Semenya parece cobrar interés. Pero pocos son los expertos capaces de tomar una decisión que se antoja demasiado compleja.

El Comité Olímpico Internacional y la IAAF (la asociación internacional de federaciones de atletismo) han restaurado los tests de verificación sexual que se habían eliminado en 2000. Esto quiere decir que habrá más mujeres que, como Semenya, tendrán que exponer en público su peculiaridad hormonal y someterse a una prueba más humillante que la visita de los vampiros antidoping para extraer muestras de sangre y orina.

Los genes y el olimpismo aún viven divorciados. Y se antoja que el matrimonio va para largo.

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